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Rogelio Biazzi

Cuestión de honor

ZP podría haber parido casi ocho hijos en el tiempo que lleva gobernando. En cambio ha parido un Estado enorme, lento, exasperante. Lo suyo fue un embarazo de elefante y por eso mismo dio a luz esa cosa mastodóntica y compleja de la España postzapateril.

El personaje estaba vestido con un traje azul y corbata a rayas. Con semblante serio, avanzó hasta el atril y acomodó el micrófono. Daba comienzo así, a la conferencia de prensa que había convocado en el palacio presidencial. Saludo a los presentes y dijo: "Dimito yo y he pedido asimismo al secretario general de mi partido que dimita", y a renglón seguido reconoció: "La labor del Gobierno no ha sido comprendida por el público. Hemos perdido su escucha". Toda una declaración de intenciones, pero no se emocione. Esto no pasó en La Moncloa sino en Japón, donde efectivamente y en esos términos dimitió el pasado miércoles el primer ministro. Nueve meses llevaba Yukio Hatoyama en el Gobierno, tras ganar las elecciones y poner fin a 55 años casi ininterrumpidos de la derecha en el poder. Un embarazo es el tiempo que ha durado la gestación del efímero Gobierno nipón.

Los paralelismos son inevitables, ZP podría haber parido casi ocho hijos en el tiempo que lleva gobernando. En cambio ha parido un Estado enorme, lento, exasperante. Lo suyo fue un embarazo de elefante y por eso mismo dio a luz esa cosa mastodóntica y compleja, que es la España postzapateril. Donde no hay trabajadores sino parados, donde no hay empresas sino quiebras, donde no hay unidad sino fragmentación. Y además, esta obesa criatura alumbrada por el de León, comió y comió hasta que no hubo más leche, y hubo que salir a pedir prestado a los vecinos, al tendero, a todo el mundo. Hasta que todos empezaron a desconfiar, al ver que el gasto seguía y seguía y ni el padre ni el hijo se ajustaban el cinturón. Cuando el padre quiso bajarle la "paga" al hijo ya fue tarde, el daño estaba hecho, y ya nadie creía en sus intenciones.

También renunció esta semana el secretario del Tesoro británico, su integridad estaba en duda y su sexualidad –incómoda para él– al descubierto. David Laws –así se llama el sujeto– no cumplía con su apellido, no respetaba las leyes, y traicionó la austeridad que sólo un mes antes –al asumir– había puesto como principio de su Gobierno. Su intención no era quedarse con dinero que no le correspondía sino encubrir su homosexualidad. Oiga, no pasa nada; cuando las cosas fallan, siempre queda la salida más digna, dimitir. Mientras, en España se incumplen las leyes, se traicionan los principios, y na de na. Nos ajustan las cuentas desde fuera porque no somos capaces de hacerlo por nosotros mismos. Y mientras ZP no sólo no dimite sino que se aferra al bastón de mando como si se tratara de la espada de Arturo. Tampoco desde la oposición la cosa pinta muy halagüeña. Qué vergüenza lo de Durán la semana pasada. ¡Cómo puede ser tan cínico! Tenía en su poder los votos para apuntillar al Gobierno y lo dejó escapar vivito y coleando por pensar más en sí mismo, en su partido, y en su patria chica que en su país. ¡Pero si trabaja para el Parlamento español!

No seamos ilusos, no nos engañemos. No pensemos que las intenciones de ZP eran buenas y la crisis o el mal fario le arruinaron la obra. Las intenciones se miden por los resultados... y visto lo visto ya nos podemos hacer una idea de qué España quería nuestro presidente. No me canso de decirlo: sea digno José Luis, renuncie de una vez.

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