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José García Domínguez

És quan dormo que hi veig clar

mientras otros tres miembros del Consejo de Administración de Egunkaria permanecen presos por presunta colaboración con la ETA, el director del tinglado aprovecha su libertad condicional para recabar complicidades en la Cataluña del Tripartito

Soñemos que en el ordenador del dirigente etarra José María Dorronsoro hubiera aparecido un documento titulado “Hontza 93-02”, donde se consultara al Comité Ejecutivo de la ETA el nombre de la persona más adecuada para dirigir Egunkaria. En nuestro aletargo, vislumbremos que, una vez obtenido el aval de la banda, el elegido fuera detenido por la Policía y el periódico clausurado, al establecer el Juzgado Central de Instrucción número 6 que esta publicación formaba parte del entramado económico de la ETA. Entre sombras, intuyamos al directivo anunciando haber sufrido torturas. Y pongamos a Morfeo por testigo de que el Juzgado Central de Instrucción de la Audiencia Nacional hubiese decidido archivar –por injustificada– la denuncia presentada por tal espectro. Sigamos fantaseando entre ronquido y ronquido. Presenciemos ahora que, mientras otros tres miembros del Consejo de Administración de Egunkaria permanecen presos por presunta colaboración con la ETA, el director del tinglado aprovecha su libertad condicional para recabar complicidades en la Cataluña del Tripartito.

Así, amodorrados, contemplemos la película de su llegada triunfal a Barcelona. Gocemos de los primeros planos del encausado agasajado con todos los honores por Antonio Franco y su alter ego, el baranda del Avui, bajo un cartel que rece “Por la libertad de expresión”. Recelemos entre brumas de que, acto seguido, el nuevo presidente del la Generalidad, Pasqual Maragall, sentenciara: “El cierre del diario Egunkaria es un hecho grave y creo personalmente a su director, Marcelo Otamendi, cuando dice que fue torturado”. Luego, aún idos, representemos mentalmente a su antecesor, Jordi Pujol, eligiendo otro homenaje nacionalista a esa publicación filoetarra –el de Òmnium Cultural– como escenario para su postrer discurso institucional. Después, rememoremos alucinados a Pipo Carbonell –el del CAC que ansía cerrar la COPE–, recitando una moción en el Parlament contra la Justicia y a favor, claro, de ese justiciable. De paso, visualicemos a todos los diputados que defienden el Estatut asintiendo con sus votos entusiastas a la proclama abertzale de Pipo.

Más tarde, viajemos en el sueño a la hemeroteca, y atisbemos allí que Berria, la renovada cabecera que hereda el espíritu y la plantilla de la clausurada, cuenta con una variadísima presencia de accionistas catalanes. Como, por ejemplo, el Colegio de Periodistas de Cataluña (sí, sí, el Colegio de Periodistas de Cataluña). O como la UGT local (sí, sí, la UGT catalana, ese presunto sindicato que dirige el ex diputado del PSOE José María Álvarez). O como la rama juvenil de la UGT (sí, también la rama juvenil de la UGT doméstica). O como ERC. O como la Convergencia de Mas. O como la partida de Duran LLeida. Y, por fin, al despertar a la vigilia, ante una postal navideña de Perpiñán, recordemos aquel verso sublime de Foix: És quan dormo que hi veig clar.      

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