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Ignacio Villa

Llamada sin rectificación

En esta historia la clave no es lo que le haya podido decir el primer ministro francés a Zapatero; lo importante es el reconocimiento en privado por parte del jefe del Gobierno español del fracaso de sus políticas, que luego tanto defiende en público.

El presidente Rodríguez Zapatero y el primer ministro Fillon han hablado este miércoles por la tarde. Dicen que la llamada se ha producido para deshacer el problema diplomático que pudieron provocar las declaraciones del jefe del Gobierno francés en la TF1 el pasado domingo por la noche. En esa llamada, Fillon incluso ha reconocido a Zapatero que el Gobierno español tuvo la necesidad de realizar esa regularización de inmigrantes. En fin, las típicas componendas para que el encontronazo ocurrido entre Madrid y París no vaya a más.

Pero que nadie se engañe: en esa conversación no ha existido ninguna rectificación sobre el fondo de la polémica, como había anunciado Zapatero. Y no hay que olvidarse que el origen del problema fueron las palabras del presidente del Gobierno en las que reconocía "amargamente" que su política de inmigración había sido un fracaso. Fillon lo contaba así en una entrevista periodística y nada ha cambiado esa afirmación. Lo demás es pura propaganda política. Lo dicho por teléfono es un simple adorno.

En esta historia la clave no es lo que le haya podido decir el primer ministro francés a Zapatero; lo importante es el reconocimiento en privado por parte del jefe del Gobierno español del fracaso de sus políticas, que luego defiende en público con una vehemencia y una tosquedad propias de un régimen populista. El presidente del Ejecutivo, en definitiva, lo que ha hecho ha sido engañar a los españoles. Ha vendido a los cuatro vientos las maravillas de su regularización masiva de inmigrantes, ha triturado al Partido Popular por oponerse, ha montado numeritos circenses para alardear de sus maravillas y luego, en privado, ha reconocido el fracaso. Eso, simplemente, es ser un caradura.

La entrevista telefónica entre Zapatero y Fillon está pensada para intentar parar el golpe, pero ya nadie discute que el presidente del Gobierno reconociera el error de la regularización masiva al primer ministro francés. Es decir, que nadie puede dejar de reconocer que el Gobierno español engaña a los ciudadanos. Habla de sus maravillas en la gestión para luego reconocer sus fracasos en privado. Y eso en política no es simplemente un mal estilo; es una auténtica aberración.

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