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Álvaro Bardón

Educación en libertad, libre y democrática

Aunque sólo sea por el futuro de los hijos y el logro de una democracia libre y personalista, juntémonos para protestar y pedir, no más calidad, dinero e impuestos, sino la libertad y la competencia que mejorarán la educación.

Desde que la Concertación llegó al poder en Chile, ha aumentado el totalitarismo educacional, copando los contenidos programáticos con un burdo marxismo latinoamericano de los años 50, de lucha de clases, explotación, imperialismo; todo ello presentado con nuevos términos como neoliberalismo, antiglobalización, multinacionales, bolivarianismo, en el contexto de las ya clásicas mentiras del agotamiento de los recursos, el exceso de gente (¿habría que matarla?), la falta de tierra y alimentos, etcétera.

Más del 86 por ciento de nuestros estudiantes lee textos únicos oficiales. A los socialistas les parece normal, aunque se trata de lo clásico de las dictaduras de corte ideológico, estalinista, nazi, franquista, fascista, chavista, cubana o concertacionista. Esta última se esmera, sutilmente, en reforzar la enseñanza de una verdad oficial, que va desde valores poco religiosos hasta relaciones productivas y laborales "de explotación", pasando por las sexuales, que parecen apuntar a un ideal hermafrodita.

Hay un control semi totalitario mediante el Consejo Nacional de Televisión y varias oficinas públicas con enormes sumas destinadas a hacer una publicidad sesgada. Hay, también, un Canal Nacional, más el diario "La Nación", puestos, becas, variadas agregadurías, premios nacionales de todo y enorme cantidad de dinero de empresas del Estado, sólo para los del régimen. También hay totalitarismo cultural indígena y decenas de reparticiones y empresas del Estado para los "progresistas".

Y tenemos un Ministerio de Educación y otro de Cultura, superintendencias, subsecretarías y "expertos" en educación y saberes complejos, que se multiplican, como los impuestos, para variados gastos inútiles. Y profesores inamovibles, con sueldos crecientes, que perciben den o no clases, buenas o malas. Ascensos y nombramientos sesgados políticamente, y rígidas órdenes sobre jornadas dobles, con horarios y contenidos fijos para toda la eternidad. Y nada de competencia, porque es satánica: ella crea eficiencia, calidad e innovación en todo, pero no en la educación, dicen los "especialistas" que se quedarían sin puesto si hubiera libertad de educación. Ellos ganan plata con el control, la preparación y aplicación de la Prueba de Selección Universitaria, los preuniversitarios, la acreditación de universidades, la vigilancia y el control de colegios –baños incluidos– y cursos variados a desprevenidos profesores y estudiantes.

En la enseñanza oficial, la palabra libertad está proscrita, al igual que los cursos de economía, considerados entre capitalistas y demoníacos. Hoy se enseña esta ciencia en todo el mundo (incluso con premios Nobel), menos en Chile, donde en su reemplazo se presenta la palabrería latina antilibertad y antidesarrollo, un marxismo vulgar. Y abundan los profesores que no conocen sus materias, porque en los pedagógicos las estudian en pocas horas, en comparación con las técnicas de enseñanza, metodologías y demás. Es lo que el educador liberal Oscar Garrido llama "pedagogicismo".

Aunque sólo sea por el futuro de los hijos y el logro de una democracia libre y personalista, juntémonos para protestar y pedir, no más calidad, dinero e impuestos, sino la libertad y la competencia que mejorarán la educación. Terminemos con el derroche fiscal, y traspasemos los colegios a padres, fundaciones e instituciones especializadas, junto a un bono o subsidio "ético" a la demanda libre de pobres y grupos medios, que, además, fomente la educación en los hogares.

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