Menú
EDITORIAL

Terrorismo en Lizarza

El complejo mundo etarra, que había pasado por las horas más bajas de su ensangrentada historia, ha recobrado con Zapatero su impulso y su iniciativa.

Si un extranjero tuviera como primer acercamiento a nuestro país la entrevista que el diario El País le hizo a José Luis Rodríguez Zapatero, le parecería absolutamente chocante la noticia de que la alcaldesa de un pequeño pueblo está amenazada de muerte por celebrar las fiestas de la localidad y hacer cumplir la ley en un aspecto tan inmediato como el alza de la bandera de la nación. ¿Cómo es posible que el presidente del Gobierno no mostrara su preocupación, su congoja, porque algo como lo ocurrido este viernes en Lizarza no sólo sea excepcional sino que forme parte de los relatos habituales de los medios de comunicación? ¿Será por un exceso de entrañas? ¿Será que le resulta demasiado doloroso como para hablar de ello? ¿Le avergüenza presidir un país en que la alcaldesa del primer partido de España por número de afiliados esté seriamente amenazada por la organización política de un grupo terrorista?

Por desgracia estamos tan acostumbrados a la injusticia que nos dejamos arrastrar por ella. La indignación se acuna con la repetitiva sucesión de ignominias, y se adormece. Pero si cada uno hace el ejercicio de plantearse cómo deberían ser las cosas y qué comportamientos no merecen la más mínima tolerancia, su condena y combate el más breve receso, vuelve a quemarnos la llama de la indignación ante la injusticia, el acoso, el crimen.

Pero la de Zapatero ha sido una legislatura de recesos y de treguas, en la que se llamaba crispación a la indignación de las víctimas y de toda una sociedad. A la permisividad práctica, táctica ante ETA se ha unido otra de carácter moral. Sus objetivos se pusieron sobre la mesa, se reconocieron, se hicieron válidos, aunque fuera para intentar aminorarlos durante la negociación. El Gobierno ha legitimado a la banda terrorista, fuera esta o no su intención. Y el complejo mundo etarra, que había pasado por las horas más bajas de su ensangrentada historia, ha recobrado con Zapatero su impulso y su iniciativa.

Por eso siguen produciendo actos de terrorismo. Como el de la T-4. Como la mal llamada Kale Borroka, que son actos de terrorismo callejero. Su frecuencia no ha dejado de acrecentarse. También es terrorismo el chantaje a los empresarios, y han renovado sus esfuerzos de un modo aparente. Y si terrorismo es acabar con la vida de una persona, también lo es decirle que antes o después se asegurarán de que la naturaleza no se les adelante en su muerte.

ANV, la marca electoral de la banda terrorista que el Gobierno, por mantener una negociación que estaba fracasada de antemano, ha logrado mantener dentro de la ley, no ha vacilado. Ha sido clara, explícita. Irán “con las escopetas cargadas”. “Vas a morir”, dicen a Regina Ortaola, heroína de la localidad de Lizarza. Una amenaza que extienden a todo el pueblo, al que llaman a ser partícipes de su violenta actitud. Causar el terror con amenazas respaldadas por las pistolas de ETA. ¿No es eso terrorismo? ¿Cómo es que el presidente no se ha presentado en la localidad para advertir que él no tolerará actitudes como esa en su país? Ni se le pasa por la cabeza. Porque no tiene ni el coraje ni la fuerza moral para hacerlo. Y porque este país, España, sólo le interesa como futura plasmación de sus ensoñaciones radicales.

En España

    0
    comentarios