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EDITORIAL

11-S, Estados Unidos no olvida

Estados Unidos no ha olvidado la tragedia del 11 de septiembre y ha puesto el remedio más eficaz para no verse golpeado por ella de nuevo.

Han pasado seis años desde la masacre terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York. Seis años en los que el mundo ha cambiado radicalmente, seis años en los que se han redefinido las amenazas a la seguridad global, seis años, en suma, de guerra contra el terror en los que han perdido sentido viejas alianzas y se ha redibujado el mapa de intereses a lo ancho del globo. Si, como decía el general Von Clausewitz, la clave de la victoria es anular la voluntad de combate del enemigo, a estas alturas sólo puede afirmarse que la campaña sin tregua contra el terrorismo que Washington emprendió en 2001 fue la elección acertada.

Porque, a pesar de los sinsabores que el ejército de los Estados Unidos está padeciendo en el escenario iraquí, lo cierto es los ciudadanos americanos no han vuelto a saber de terrorismo dentro de sus fronteras desde aquel martes fatídico. Contra todo pronóstico esa es la realidad. Muy al contrario, en Europa hemos coleccionado los atentados y los planes de atentar. No ha habido año desde entonces en el que no se hayan practicado detenciones de células islamistas en Alemania, Italia, el Reino Unido o la propia España.

Esto ha sido así porque a este lado del Atlántico el problema del islamismo se ha entendido y tratado más como una cuestión policial que como lo que realmente es: una guerra abierta que no cesará hasta la aniquilación de uno de los dos bandos. Mientras los norteamericanos han llevado sabiamente el combate al terreno del enemigo, manteniéndolo a la defensiva lejos de las ciudades americanas, en Europa los que estamos a la defensiva somos nosotros, empeñados en combatir a los terroristas islámicos en nuestros propios barrios.  Lejos de resolver el problema, lo hemos enquistado y, aunque no queramos reconocerlo, el madrileño o el berlinés medio está mucho más expuesto a un ataque terrorista islámico que un neoyorquino o un tejano.

Estados Unidos no ha olvidado la tragedia del 11 de septiembre y ha puesto el remedio más eficaz para no verse golpeado por ella de nuevo. Aquí no sólo no hemos aprendido nada sobre la naturaleza del islamismo sino que, advertidos de antemano, insistimos en una receta que no funciona esperando que el terrorismo se acabe con buenas palabras y una policía más o menos eficiente una vez se ha consumado el horror. Como las malas ideas no engendran más que malos resultados, la amenaza persiste y persistirá mientras nuestros gobiernos no capten el mensaje de guerra sin cuartel que, desde hace años, los terroristas islámicos nos envían.

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