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Y llegó Gorquemada

Llaman "negacionistas" a los escépticos, equiparando el cambio climático con el holocausto, como si criticar una proyección matemática para dentro de cincuenta años fuese idéntico a pasear por los barracones de Treblinka negando las masacres.

En estas ha llegado Al Gore, que en España ha hecho las dos cosas que mejor sabe hacer. En primer lugar, subirse al púlpito y adoctrinar a orgullosos, aguerridos e indomables líderes de opinión convertidos para la ocasión en aborregados, solícitos y aduladores monaguillos. En segundo lugar, ha leído la cartilla a los españoles sobre su escepticismo y su falta de fe, y ha tratado de humillar ("me han hablado de ése") al líder de la oposición, Mariano Rajoy, único político que ha puesto algo de sentido común al asunto, enfrentándose al todopoderoso y fracasado político demócrata y a toda su corte de aduladores.

¿Qué decir de la cruzada del aerotransportado y ultracontaminante político americano? Muchas cosas, de las que hoy resaltaremos tres:

  1. El calentamiento global es un negocio. Un gran negocio. Empezando con el propio Al Gore, que se está llevando el dinero a manos llenas. En segundo lugar para las Naciones Unidas, que han visto en el asunto un filón atractivo para recuperar el protagonismo perdido. En tercer lugar para muchas organizaciones ecologistas, empezando por Greenpeace, que se han visto catapultadas a las portadas de los periódicos, encabezando esta nueva caza de brujas.
  1. La teoría del calentamiento global es un peligro para el medioambiente. Los espectáculos multimedia y hollywoodienses de Al Gore, las millonarias cifras depositadas en el IPCC y en distintas organizaciones, están desviando fondos a proyectos de conservación natural, reales y concretos. Se están malgastando recursos en una hipótesis científica, que aglutina intereses bastardos, en vez de emprender proyectos menos vistosos pero más relevantes. Y eso por no hablar de otros proyectos humanitarios nada "hipotéticos".
  1. Lo más preocupante: la teoría del cambio climático es un peligro para la libertad de expresión y la propia ciencia. Sin libertad para criticar y discutir, no existe ni ciencia ni democracia. Los defensores de la hipótesis del cambio climático se están convirtiendo en una inquisición ultra, con Al Gore convertido en un Torquemada mediático y global, que va por el mundo abriendo causas. Bien es cierto que él no se mancha las manos; hay solícitos ecocensores que lo hacen por él. Lo hemos visto en España, donde para celebrar la llegada de Gorquemada han excomulgado a los escépticos, sacado las antorchas y persiguiendo herejes a golpe de ecología.

Estos inquisidores no rebaten las críticas de los escépticos; los descalifican moral y personalmente. Les acusan de cobrar dinero de multinacionales, petroleras y, como no, de Bush. Eluden la discusión, el debate. De las críticas, no saben-no contestan. Y en una muestra de miseria intelectual y moral, llaman "negacionistas" a los escépticos, equiparando el cambio climático con el holocausto, como si criticar una proyección matemática para dentro de cincuenta años fuese idéntico a pasear por los barracones de Treblinka negando las masacres.

Eso sí, la progresía hispana, azuzada por Gorquemada, se ha lanzado a perseguir a los sospechosos habituales, entre los cuales esta vez no se encuentra Aznar, lo que muestra que no están en buena forma. En lo que queda de visita del inquisidor a España, tendrán que reabrir la Causa, porque no es de recibo que parte importante de la derecha se salve de arder en la hoguera del calentamiento global.

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