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Isabel Durán

El estigma de la verdad completa

Asombra que a unos y a otros no les preocupe lo más mínimo que ande suelto el organizador (u organizadores) de la masacre.

El Gobierno y sus terminales políticas y mediáticas de esta infausta legislatura quieren dar cerrojazo al 11-M a pesar de que todavía quedan pendientes algunos juicios y de que la sentencia deja claro que no tiene ni idea de quién organizó la matanza. Preguntarse quién o quienes planificaron el asesinato de cientos de españoles es para los beneficiarios políticos del 11-M una aberración antidemocrática y, sinceramente, lo preocupante es precisamente lo contrario: el establecimiento de la verdad oficial mutilada a pesar de que quien ideara el horror ande suelto y pueda incluso volver a repetirla.

Hoy se encuentran entre rejas, y hay que congratularse por ello, autores materiales o cooperadores necesarios, aunque no sabemos si están todos los que son. Pero, "periplos extravagantes" aparte, la verdad judicial supone un varapalo de proporciones colosales a la verdad oficial, por mucho que Z y sus secuaces se empeñen en decir lo contrario, con una ferocidad, por cierto, que desvela sus nervios. Porque lo que la sentencia ha dejado nítido es que los cuatro desgarramantas de Lavapiés no fueron los "cerebros" del 11-M.

La sentencia no "reafirma casi en su totalidad" ni supone un espaldarazo a las tesis mantenidas por el Ministerio Público, tal y como ha declarado el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional o el Fiscal General. Muy al contrario, la principal de sus acusaciones se centraba en que el cerebro de los atentados era El Egipcio, para el que pedía 38.962 años de cárcel y que ha resultado absuelto. La acusación de los otros dos como "inductores", El Haski y Yusuf Belhad, se les ha esfumado y han sido condenados como meros sujetos que pertenecen a banda armada.

Por lo tanto los tres sujetos que encarnaban para la Fiscalía la cúpula de terroristas islámicos que manejaron a los moritos y confidentes policiales a su antojo y cuyo móvil era la participación española en Irak se ha venido abajo estrepitosamente. ¿Y ahora qué? Desde luego, no da igual que sea Bin Laden o su primo, como ha dicho el furibundo Pepiño, ni el concepto de autoría intelectual es una invención, como arguyó el ministro de Defensa y ex titular de Interior.

Asombra que a unos y a otros no les preocupe lo más mínimo que ande suelto el organizador (u organizadores) de la masacre. Primero fue el entierro de la comisión de no investigación parlamentaria, después la imposición de la autoría intelectual de valeyá y siempre el estigma de la búsqueda de la verdad completa. ¿Por qué les preocupa tanto que la justicia llegue hasta el final?

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