Ciertamente, las andanzas de sus compañeros de gabinete casi han terminado por hacer bueno al ministro de Exteriores, aunque sólo fuera por comparación con personajes como Magdalena Álvarez. Pero las recientes muestras de incompetencia por parte de Moratinos deberían tener como respuesta su dimisión o su cese. No es de recibo que a todo un jefe de nuestra diplomacia le haya cogido por sorpresa la previsible reacción de Rabat al viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla. Parece como si se hubiera creído sus propias paparruchas sobre el diálogo y pensara de verdad que las continuas cesiones en el contencioso del Sáhara tendrían como resultado que esta visita pudiera celebrarse sin problemas.
No resulta tampoco admisible que, en plena crisis, todo un ministro de Exteriores haya tenido el cuajo de acudir a Marruecos en viaje privado. Sólo por semejante irresponsabilidad debería ser cesado de inmediato. Claro que, tratándose de quien considera apropiado culpar a la oposición de episodio de intifada que tuvo lugar en la Cañada Real, sin duda considerará su permanencia en el país que ha retirado a su embajador como lo más apropiado. Eso, y estar de vacaciones mientras nuestros compatriotas siguen presos en el Chad.
Desgraciadamente, Moratinos seguirá en su puesto, porque encarna a la perfección la forma que el presidente del Gobierno tiene de ver las relaciones internacionales, que ha llevado a que la ahora novena economía del mundo a ser completamente irrelevante en el tablero mundial. Cabe esperar, por tanto, que se negocien nuevas cesiones de nuestro Gobierno para lograr un regreso del embajador marroquí antes de las elecciones. Que al fin y al cabo es lo único que le ha importado siempre a Zapatero.
