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Juan Carlos Girauta

Silencio

¿Por qué con tanto aval legal, que a fin de cuentas conduce a los derechos humanos, sigue discriminado el castellano en la educación pública o concertada y los niños catalanes estudian exclusivamente en catalán?

Francisco Caja se ha dirigido a un Parlamento de Cataluña casi vacío en nombre de más de 50.00 personas, defendiendo una iniciativa popular que exige, a fin de cuentas, lo que teóricamente vendría garantizado por la UNESCO, los tratados internacionales, la Constitución Española, el Estatuto de Autonomía catalán, las leyes catalanas específicas y la reiterada jurisprudencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña: la defensa del bilingüismo (es decir, de la sociedad catalana real), el derecho de todo ciudadano de Cataluña a educar a sus hijos en la lengua oficial que prefiera.

¿Por qué con tanto aval legal, que a fin de cuentas conduce a los derechos humanos, sigue discriminado el castellano en la educación pública o concertada y los niños catalanes estudian exclusivamente en catalán, sin que a sus padres se les dé opción a rellenar la famosa, obligatoria e inexistente "casilla" del castellano en el impreso de preinscripción escolar? Por una política de hechos consumados, por un desarrollo sesgado de la ley, por una colección de vergonzosas instrucciones del Departamento de Educación a los centros y por el sistemático y escandaloso incumplimiento de las sentencias judiciales por parte de la Administración.

Hay un factor más, sin el cual no se habría podido perpetrar –no se estaría perpetrando a diario– esta masiva violación de derechos: el silencio. El silencio que, apenas alguien se atreve a romper, vuelve a inundar Matrix porque un número dos de la Generalidad les recuerda a los ruidosos las consecuencias del Manifiesto de los 2.300 (lo hizo Bargalló en la era Maragall, y volvió a traerlo a colación el miércoles –¡anatema!– una señora de CiU), o porque el temor cala los huesos y los principios de los periodistas catalanes, que han confundido su profesión con la militancia en el gran partido único de la construcción nacional, que todo exceso justifica.

La catástrofe es que el silencio haya acabado afectando a lo que no es Matrix y en el resto de España prácticamente nadie se digne a explicar a la opinión pública que la resistencia de la dignidad y del Derecho ha dado un paso de gigante con la intervención de Francisco Caja ante la cámara catalana. Quiero decir, que habría dado un paso de gigante –aun perdiendo la votación por obra del tatrapartito, es decir, CiU más el Tripartito– si la información no hubiera sido hurtada, sofocada, ahogada, borrada y olvidada cuando justo estaba naciendo.

Qué pena, que cansancio, qué desaliento, qué fracaso español. En fin, sepa el lector lo que hay, y cuénteselo a quien pueda. Subraye que los socialistas aupados al poder por el cinturón industrial de Barcelona votaron en contra de los derechos inalienables de sus votantes.

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