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EDITORIAL

¿Unidad para qué?

Don Juan Carlos ha vuelto a referirse a la unidad de las fuerzas políticas, pero precisando que el mismo supone "un deber frente a las víctimas y sus familias".

Suele ser tradición que el mensaje navideño del Rey reciba tantas interpretaciones como intérpretes. Su lenguaje comedido suele contener referencias suficientes como para contentar a todos, que naturalmente intentan llevar el agua a su molino. Así, cuando el año pasado el Rey se refirió a la necesidad de la unidad en la lucha contra ETA, y aseguró que la única respuesta al terrorismo era "la primacía de la Ley y el Estado de Derecho", Diego López Garrido le reinterpretó en clave Tinell afirmando que el Pacto Antiterrorista seguía vigente y se cumplía con sólo "una excepción", que ya pueden imaginar todos ustedes cuál era. Fue una de tantas ocasiones en que el portavoz socialista decidió tomar a los ciudadanos por idiotas y hacer caso omiso del claro tirón de orejas que el monarca hacía al proceso de rendición.

Este año no había, oficialmente, proceso que denunciar, aun indirectamente. De modo que Don Juan Carlos ha vuelto a referirse a la unidad de las fuerzas políticas, pero precisando que el mismo supone "un deber frente a las víctimas y sus familias". Dado que éstas han dejado bien claro durante estos cuatro años qué consideran que se les debe –Memoria, Dignidad y Justicia–, no cabe duda del tipo de unidad que el Rey considera necesaria, la misma que Zapatero propuso y que luego destruyó, la que ponía en el Estado de Derecho y las fuerzas del orden la responsabilidad de acabar con el terrorismo sin atajos de ningún tipo y en los partidos mayoritarios la de eliminar los apoyos políticos que lo sustentaban.

Las víctimas no se han manifestado una y otra vez, produciendo no pocas incomodidades incluso en la calle Génova, para que los partidos se unan, sin más. Lo que exigían era un regreso al Acuerdo por las Libertades y Contra el Terrorismo, no porque fuera expresión de una unidad más o menos abstracta, sino porque fue clave para poner contra las cuerdas a la ETA. Y lo logró precisamente porque el pacto venía a decir que, ganara quien ganara las elecciones, la presión contra la banda terrorista seguiría igual. Por eso fue tan importante la unidad, y por eso los socialistas han procurado durante todo el proceso de rendición ganarse el apoyo de todas las fuerzas políticas, para dar sensación de "unidad", porque el consenso anterior sí había logrado réditos y necesitaban que la opinión pública transfiriera la sensación de éxito que les había dejado el pacto a esta nueva fase, por más que fuera su radical negación.

El problema es que Zapatero no sólo destruyó ese pacto sino que el efecto que sobre los etarras pudieran tener acuerdos futuros similares seguramente sea menor, pues les permite concluir que el PSOE siempre traicionará cualquier compromiso al que llegue con el PP, incluso el más sagrado. Pero incluso con eso nuestra mejor alternativa sigue siendo un nuevo consenso en torno al verdadero camino para derrotar al terrorismo, y es de ese tipo de unidad del que habló Don Juan Carlos, al vincularlo con tanta claridad con las víctimas del terrorismo.

Por eso sorprende que en esta ocasión hayan coincidido López Garrido y Elorriaga en su valoración del discurso del Rey, centrándose en su mención a la unidad. No en el socialista, que ha hecho su trabajo de diluir el significa de lo dicho realmente por el monarca, pero sí en el popular, que no ha puesto el dedo en la llaga de la unidad a la que de verdad se refirió Don Juan Carlos. Aunque asombra menos en cuanto se recuerda la trayectoria del político del PP, a quien se puede aplicar aquello que dijera de los palestinos Abba Eban, ministro de Exteriores de Israel de 1966 a 1974. Gabriel Elorriaga nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad.

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