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Ignacio Villa

La imagen de un presidente acabado

La novedad más imprevista y sorprendente ha sido la de ver de cerca, sin maquillaje de ningún tipo, a un presidente del Gobierno cansado y agotado, ofreciendo la imagen de un hombre acabado.

Del balance final que ha hecho Rodríguez Zapatero de su mandato hay muchas cosas que se pueden analizar, asuntos clave y de fondo de una legislatura convulsa como pocas y con un nivel de sectarismo como no se recuerda. Pero quizá la novedad más imprevista y sorprendente ha sido la de ver de cerca, sin maquillaje de ningún tipo, a un presidente del Gobierno cansado y agotado, ofreciendo la imagen de un hombre acabado.

Zapatero ha reaparecido este viernes en rueda de prensa con el rostro de quien se siente cerca del final. Quedan muy lejos aquellos tiempos en los que nos acostumbramos a contemplar a un presidente rozagante, engreído y displicente que no se limitaba a estar fuera de la realidad, sino que además se empeñaba en hacer del desprecio su forma de hacer política.

No es que ahora hayan cambiado las cosas, pues tanto el fondo como la forma siguen siendo los mismos. Lo que ha variado en esta ocasión ha sido la imagen, el ánimo, las maneras de un presidente que se encuentra decaído y sin fuerza. El poder ha cambiado a Zapatero, sin duda, pero por encima ha quemado una forma de hacer política fundamentada en la división, el enfrentamiento, la radicalidad y la tensión. Una legislatura fundamentada en el sectarismo, alimentada por la ideología y destructiva con quienes piensan de forma distinta.

Zapatero ha ofrecido la última rueda de prensa del año sin chispa, talante ni talento. El presidente del Gobierno ya ha perdido incluso la capacidad para tender esas trampas dialécticas en las que se había refugiado tantas veces para escapar de sus propios errores. Va cuesta abajo. Ahora, en este final de legislatura, nos encontramos a un presidente que habla sin estar convencido de lo que dice, que no tiene la gasolina suficiente como para llegar dignamente al 9 de marzo, que está atrofiado por su propia falta de ideas.

Este agotamiento que Zapatero ha sido incapaz de esconder este último viernes del año no es una anécdota pasajera. En un presidente obsesionado siempre con la imagen, dar este aspecto de hombre acabado no puede ser un desliz. Las urnas darán, como siempre, su veredicto el próximo 9 de marzo, pero este viernes Zapatero ha dejado claro que se siente un presidente finiquitado.

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