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Ignacio Villa

Zapatero no se encuentra

A dos meses de las elecciones, el Gobierno está actuando con una torpeza que no estaba prevista en el manual socialista para ganarlas.

Peor no han podido empezar el año. Las cosas no pintan bien para el Gobierno y su presidente, que en dos meses se la juega en las urnas. Al final el refrán no falla: quien juega con fuego se termina quemando.

A dos meses de las elecciones, el Gobierno está actuando con una torpeza que no estaba prevista en el manual socialista para ganarlas. El PSOE ha dejado que afloraran sus nervios con motivo de la celebración que la Iglesia española convocó el 30 de diciembre en Madrid, lo que supone un claro error de estrategia. Porque dejando aparte cualquier otra consideración que no sea la meramente electoral, que es al fin y al cabo la única que interesa a los socialistas, ante una celebración multitudinaria de la familia cristiana como la del domingo en Madrid el Gobierno debería haber guardado un silencio respetuoso. Al saltar como si les hubieran pinchado dejan aún más en evidencia que son perfectamente conscientes del sectarismo con que han gobernado en estos últimos cuatro años, en los que han dejado que sus obsesiones lleven la batuta, impidiendo así que legislaran para todos. Uno de sus grandes objetivos ha sido el cambio en el modelo de sociedad, una revolución que dejara fuera a media España. Por eso sus iniciativas legislativas han agredido a muchos ciudadanos, lo que antes o después termina pasando factura. Zapatero sabe bien que ha removido unas aguas que estaban tranquilas; la tormenta es responsabilidad única y exclusivamente suya. Muy mal deben andar las encuestas para que dejen traslucir todo esto.

Pero en fin, se ve que los nervios afloran por todas partes. Y es normal. Miremos, por ejemplo, el estado de la economía. El final de año ha sido lastimoso y el comienzo de 2008 tremendo. La inflación, los precios y el paro son algunos de los indicadores que dejan claro que la economía española ha entrado en la cuesta abajo. Y esta crisis se notará especialmente en los bolsillos de los españoles, en la economía doméstica y cotidiana. Con semejante agujero en los bolsillos de los ciudadanos, el Gobierno se ve forzado a remar contracorriente, cada vez con más fuerza, algo que sin duda ya debe estar notando.

Y puestos a repasar todo el escenario, el Ejecutivo tampoco puede ponerse ninguna medalla en la mera y simple gestión. El desastre en la inauguración de los nuevos AVE así lo confirma. Lo han hecho antes de tiempo, sin pruebas ni coordinación. Y los resultados ahí están: retrasos en todo el sistema ferroviario, quejas por doquier y un desbarajuste general que se recordará siempre unido a la imagen de la inefable ministra Álvarez.

Así están las cosas a dos meses de las elecciones. Las encuestas empatadas, los nervios a flor de piel, la economía en caída libre y la gestión por los suelos. Esa es la herencia de Zapatero, esa es la España del talante que en cuatro años se ha desplomado como un castillo de naipes. Y eso sin mencionar el proceso de rendición ante los etarras, que ha terminado como uno de los más peligrosos ridículos que se recuerdan en un Gobierno democrático. A dos meses de las elecciones, Zapatero no se encuentra. Y eso, como pueden figurarse, es letal.

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