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Juan Carlos Girauta

Cuidado con Trujillo, justo Bermejo

En su próxima arenga, Bermejo encontrará el modo –no lo duden– de echarle al PP la culpa de su cara fantasía palaciega. Pero le va a fallar la Trujillo, que no está dispuesta a conformarse con esa imagen de negligente ama de casa.

Justo es Bermejo, no de justicia sino de justeza. Digamos ajustado según la acepción en desuso. ¡Viva el lujo y quien lo trujo! –se dijo Bermejo, y a dos meses de irse se relajó en el manejo del erario. Hijo de la Falange, eludió el ministro rojo la jofaina de Trujillo y tuvo un caro antojo, una fantasía mudéjar, qué se yo, un despropósito pijo. En fin, un cuarto de milloncejo, fajo a fajo. ¡Joder, Bermejo, hijo!

Un quebranto del erario lo es de todos, o de nadie si hay que atender la doctrina Calvo. Pero aquí el quebranto moral ha sido de Trujillo, retratada en informe oficial como un mayúsculo desastre en las cosas del hogar. No es creíble. Recuerden el primor con que la ex ministra se habilitó aquel despacho espléndido que ocupaba una superficie mayor a tres de sus soluciones habitacionales juntas. Además, quien se ha ocupado de la vivienda de los españoles no puede pasar a la historia como el tornado de la suya propia. No puede dejarla imposible, desconchada, oxidada, agrietada, fría, húmeda, descascarillada, pestilente y lista para la visita de un comando de desinsectación. No cuela, Bermejo.

Parece que por ese camarote de los hermanos Marx ha pasado todo el mundo sin protesta: Rajoy, García-Valdecasas y Trujillo los penúltimos. El último es el azote de populares, martillo de obispos y látigo de tibios. Paladín de la retórica progre, guardián de las esencias republicanas, rojo rojísimo como conviene a su apellido, la lengua envenenada y el colmillo retorcido. Cuentan que se lo rifan en los mítines, que enfervoriza, caldea y atiza a los jubilarnosc que el PSOE pasea en autocar con un bocadillo de mortadela de oliva.

Si algo está claro es que Rodríguez necesita de Bermejo para desarrollar la imprescindible estrategia de la tensión que confesó a I. Gabilondo. En su próxima arenga, Bermejo encontrará el modo –no lo duden– de echarle al PP la culpa de su cara fantasía palaciega. Pero le va a fallar la Trujillo, que no está dispuesta a conformarse con esa imagen de negligente ama de casa. No sabe lo que ha hecho, Bermejo, metiendo el dedo en ese ojo, mentándole la jaula a la Trujillo. Si ella se faja, ¡ay del rojo! Para empezar lo afloja, lo pone a enjalbegar con cal el keli, lo empuja, lo baja, lo veja, lo enjuicia y lo ajusticia. Lo saja. Ya es despojo, justo Bermejo.

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