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Ignacio Villa

De la tensión a la agresividad

Ahora, cuatro años después, por más tensión que han puesto ese votante no ha respondido. Han dramatizado y ese votante les ha seguido sin responder. Es en ese momento cuando se han puesto nerviosos y han empezado a mostrarse agresivos.

Hace unos días, Rodríguez Zapatero, en la confidencia a micrófono inoportunamente abierto que le hizo a Iñaki Gabilondo en Cuatro, hablaba de tensión y de dramatismo en la campaña electoral. Pensamos entonces que había desvelado de tan original manera la estrategia socialista para estas semanas previas al 9 de marzo, pero ahora hemos comprobado que Zapatero se calló el siguiente paso: la agresividad.

El candidato socialista empezó tensionando el ambiente electoral insultando, descalificando, atacando y buscando la destrucción moral y política del Partido Popular. Luego ha pasado a la dramatización explicando que los populares son el coco y no se les debe permitir que vuelvan al poder de ninguna manera, y ahora, sin solución de continuidad, se ha descolgado con la agresividad. Estamos viendo a un presidente del Gobierno que ha ido mucho más allá de la tensión y el dramatismo; ha caído en la agresividad frente al adversario, la agresión en definitiva a la más de media España que no está de acuerdo con el sectarismo del PSOE.

Esa agresividad con que Rodríguez Zapatero está dejándose ver en público ofrece la imagen de un político desquiciado. Desquiciado por las encuestas, la ineptitud, la cercanía de las elecciones, la incapacidad en la gestión y la imposibilidad de reaccionar. El presidente se siente fuera de lugar. Todo le está saliendo mal. No es capaz de retomar la iniciativa. Todos los intentos que está haciendo por volver a marcar la agenda se desbaratan por su pobreza, su insolvencia y su nula credibilidad. Los días pasan y el partido en el Gobierno en lugar de ir hacia arriba va hacia abajo. No remontan. Para nada. Y eso les está poniendo muy nerviosos.

Es verdad que inicialmente la tensión y el drama tenían el objetivo de movilizar el voto radical de izquierdas. Buscaban a los votantes que en el 2004 dieron el triunfo a los socialistas. Pero ahora, cuatro años después, por más tensión que han puesto ese votante no ha respondido. Han dramatizado y ese votante les ha seguido sin responder. Es en ese momento cuando se han puesto nerviosos y han empezado a mostrarse agresivos. Una agresividad desmedida, muy dura, muy convulsa, que para nada es propia de un partido en el poder.

En esas están en estos momentos. En caso de que la agresividad no les traiga los resultados esperados, todavía al PSOE le queda un último recurso: la agitación callejera, la conocida política del pásalo. Le sacaron mucho partido cuando la emplearon el día de reflexión de las elecciones de 2004, y ahora la tienen otra vez en cartera. Por el momento están en la agresividad, pero si lo necesitan volverán a las calles. Con toda seguridad.

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