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EDITORIAL

Excusas, que no razones, contra Bolonia

La revuelta contra el proceso de Bolonia muestra hasta qué punto la izquierda es una ideología incoherente que busca excusas para no tener que enfrentarse con sus propias miserias intelectuales.

La revuelta contra el proceso de Bolonia muestra hasta qué punto la izquierda es una ideología incoherente que busca excusas para no tener que enfrentarse con sus propias miserias intelectuales. Así, los mismos que apoyan que el Estado se haga cargo de todo protestan porque éste les ha hecho caso y pretende imponer una estandarización de las titulaciones y metodologías universitarias que no les gusta. En su intento de justificarse han encontrado la válvula de escape habitual: el problema es la "mercantilización" de la universidad, es decir, su excesiva adecuación al mercado laboral.

Ojalá. Siendo posible que esa fuera la intención de sus promotores, lo cierto es que difícilmente una homogenización de la universidad europea puede conllevar, en la práctica, a una mayor adecuación de la universidad a una de sus funciones, la de crear profesionales especializados en materias que requieran de una preparación y unos estudios largos e intensos. La sociedad, y el mercado, son entidades complejas y cambiantes; adecuarse a ellas conlleva exactamente todo lo contrario a estandarizar a nivel europeo una ya anquilosada estructura nacional. Necesita, por una parte, de menores regulaciones del Estado y, por otra, de menos financiación pública, que obligue a la universidad a bajar de la torre de marfil construida con el dinero de los demás y atender las necesidades de la sociedad y no las suyas propias.

El proceso de Bolonia podrá mejorar el estado de algunas titulaciones y empeorar el de otras, pero creará las condiciones necesarias para que sea mucho más complejo que la universidad evolucione con los tiempos. En definitiva, colabora en uno de los objetivos más queridos por estos estudiantes encerrados cuyos estudios pagamos entre todos, la de aislar a la universidad de la sociedad. Eso que saldrán ganando las universidades privadas y escuelas de negocios que proliferan en el vacío creado por los anquilosados centros públicos de enseñanza superior.

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