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Emilio Campmany

El oráculo ibarriense

El único consuelo que nos cabe es esperar a que en este caso ocurra como en tantos otros, que, para que las cosas se pongan bien, hace falta que antes se hayan puesto muy mal.

Ya retirado, Rodríguez Ibarra quiere ser la sibila de Ferraz, la más preclara de las pitias progres, una que se exprese con palabras turbias que sólo los iniciados sepan desentrañar.

Su última profecía, oscura como una sima, ha sido revelada desde el templo prisaico: "Existe una derecha montaraz (...). [Pero,] afortunadamente existe otra derecha que sí quiere jugar –y ganar limpiamente– al juego democrático. Conservadores democráticos, modernos, europeístas y respetuosos con las reglas. Esos conservadores, que tienen todo el derecho a alternarse en el poder, deben ser los que se impongan en la definición de un partido de centro-derecha (...). Para ello se tienen que olvidar de la pretensión que el PP tuvo en la legislatura pasada de romper las reglas del juego con las que hemos llegado hasta aquí. (...) Esa derecha moderna, democrática, europea, y eso dependerá mucho de quien la lidere, tiene la oportunidad de demostrar a los ciudadanos que vuelve a jugar limpio con el deseo de gobernar en España sin romper nada".

El oráculo es opaco, pero no tanto como para no ser descifrable. Sólo los conservadores democráticos, modernos y europeístas tienen derecho a alternarse en el poder. Los otros, montaraces, cavernícolas y de escasas luces, que creen en la igualdad de todos los españoles, en el imperio de la ley y en la nación española, no merecen el Gobierno y han de ser aislados y apartados.

Por lo tanto, la pitonisa viene a decir: sed como nosotros, que en el pasado combatimos a los terroristas asesinando y secuestrando y hoy negociamos con ellos el futuro de España; que en otro tiempo incautamos empresas privadas y hoy las vendemos a los nacionalistas; que ayer perseguimos a nuestros adversarios y hoy excarcelamos a los amigos del poder. Cuando seáis como nosotros, podréis volver a sentir como el cuero de vuestros zapatos acaricia las moquetas de los edificios oficiales. Ay de vosotros si no lo hacéis, pues entonces nunca se os dará ver la tierra prometida.

A la derecha no se le pide que acepte un nuevo régimen, se le exige que se integre en el que ya está creado, el que fundó Felipe González Márquez y que Amando de Miguel bautizó con el celebrado nombre de Gonzalato, ese que Aznar no quiso o no supo desmantelar. El de la Transición, que tanta libertad trajo, murió poco a poco, en su cama, abandonado por todos.

Al fin es posible discernir a qué se debe la melancolía y pesadumbre que embarga a los corazones de la derecha: hicieron la vista gorda con el GAL, consintieron la incautación de Rumasa y transigieron con la politización de la Justicia. El régimen que permitió aquello sigue intacto para seguir tolerando dislates como el estatuto de Cataluña, la negociación con ETA o la recientísima genuflexión ante los piratas somalíes. La alternativa es seguir tragando o el Aventino.

Ya estamos peleándonos por el agua. Me gustaría ver qué cara se le queda a la pitonisa extremeña cuando, por mor de las balanzas fiscales, este régimen que tanto ayudó a engendrar haga que catalanes, mallorquines, valencianos y madrileños se nieguen a pagar los subsidios de extremeños y andaluces.

El único consuelo que nos cabe es esperar a que en este caso ocurra como en tantos otros, que, para que las cosas se pongan bien, hace falta que antes se hayan puesto muy mal. Lo más probable es que, en efecto, las cosas se pongan muy mal. Que eso ayude a que se pongan bien, no me lo parece tanto.

En España

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