Menú
EDITORIAL

Ni la COPE es el PP, ni el PP la COPE

González Pons, político profesional, segundón de un líder que sólo ha sido capaz de ganar frente a sí mismo, no termina de entenderlo, de ahí que crea que le puede poner puertas al mar o el bozal a una institución con dos milenios de historia

Crecidas bajan las aguas, los ánimos y la arrogancia en Génova, 13. Exultantes tras el presunto éxito del Congreso a la búlgara, los hombres de Rajoy, los que le deben el puesto, los que sin él no serían nada, se aprestan a reorganizar el panorama mediático de acuerdo a los designios del líder que nunca lo fue. Esteban González Pons, diputado por Valencia y rutilante estrella de la galaxia de gente obediente que conforma –ya oficialmente– el equipo de Rajoy, avisa a la Iglesia de que, en los tiempos que corren, más le vale ponerse de su lado y evitar criticar al partido en el que ejerce como portavoz.

Nadie en las tres décadas largas de existencia del Partido Popular había ido tan lejos. Ni Fraga, ni Hernández Mancha, ni Aznar ni, naturalmente, Rajoy, que hasta ayer por la tarde disfrutaba de los dividendos que graciosamente le regalaba la COPE en materia de oposición al Gobierno de Zapatero. El problema es que esos servicios ya no son bienvenidos en el PP. El "nuevo Rajoy", renacido de las cenizas del viejo PP, que gobernó ocho años y le ha reportado más de diez millones de votos, no necesita que nadie le haga el trabajo. Él y su equipo de apaciguadores se bastan y se sobran. Por lo tanto la COPE, que es lo mismo que decir su extraordinario plantel de periodistas, deben envainar la espada y decir lo que al jefe de González Pons le plazca cuando el jefe de González Pons crea oportuno.

Esto es, más o menos, lo que late tras la meliflua amenaza del vicesecretario entrante. La eterna tentación totalitaria que subyace detrás de todo político. Controlarlo todo y a todos, acallar las críticas y castigar al disidente. Nada nuevo bajo el sol, pero esta vez con dos excepciones fundamentales: la Iglesia, que en peores se ha visto, es independiente de cualquier organización política, y la COPE es una empresa de comunicación soberana, libre de decir lo que le venga en gana y, además, muy rentable económicamente. González Pons, político profesional, segundón de un líder que sólo ha sido capaz de ganar frente a sí mismo, no termina de entenderlo, de ahí que crea que le puede poner puertas al mar o el bozal a una institución con dos milenios de historia.

Con todo, ingenuidad incluida, lo de González Pons no es más que un augurio de lo que se viene encima en los próximos dos años. Un Gobierno al completo, sus numerosísimos medios afines y la izquierda toda lanzados en tumba abierta a liquidar toda voz crítica, a los que habrá necesariamente que sumar la complacencia o el silencio de lo que queda del que fue el mayor partido de España. Un partido que ha dejado de ser el que fue para mendigar un lugar al sol en la nueva España asimétrica, confederal y, sobre todo, socialista. La COPE, por suerte, promete seguir donde está, y sus profesionales también.

En España

    0
    comentarios