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Ignacio Villa

Ahora toca mimetizarse

Según se acerca el fin de semana, el asunto comienza a cobrar tintes de auténtica tragedia política. Las dimisiones de Carmen Rubio, Pedro Altuna y Maribel Melgosa en Guipúzcoa han vuelto a poner patas arriba al PP vasco.

Otro congreso regional del Partido Popular, esta vez en el País Vasco, se presenta al rojo vivo. Y no es para menos. Es muy complicado (en realidad, prácticamente imposible) que algo que se hizo mal desde el principio acabe bien.

El trato recibido por María San Gil desde la dirección de Génova abrió muchas heridas que están bien lejos de cerrarse. Es más, según se acerca el fin de semana, el asunto comienza a cobrar tintes de auténtica tragedia política. Las dimisiones de Carmen Rubio, Pedro Altuna y Maribel Melgosa en Guipúzcoa han vuelto a poner patas arriba al PP vasco. Ambos dicen adiós debido al trato recibido por María San Gil antes y durante el Congreso de Valencia. También por el evidente giro que los populares vascos han iniciado. Un cambio de estrategia que, entre otras cosas, tiene como objetivo mimetizarse con el paisaje político del País Vasco, un panorama trufado de nacionalismo y de renuncia a los principios.

En todo caso, un nuevo posicionamiento que no posee justificación alguna. Por un lado constituye la renuncia a los principios defendidos durante décadas con valentía y coraje. Esto tendrá un coste electoral inmediato, ya que el PP se confunde con el entorno hasta el punto de convertirse en una mala copia de los demás y, por tanto, en algo prescindible.  De esta manera consiguen eliminar cualquier motivo para que los ciudadanos vascos, acosados por la dictadura del nacionalismo y que hasta ahora habían encontrado en el PP un asidero, no sientan ninguna necesidad de otorgar su voto a un partido cambiado tanto en la forma como en el fondo. 

Además de estas dimisiones, otra cuestión clave del congreso es la redacción de la ponencia política. Después de lo ocurrido en Valencia con el texto de María San Gil, de este congreso regional se puede esperar cualquier cosa. En este sentido, Santiago Abascal y Regina Otaola han dejado muy claro en sus enmiendas y declaraciones públicas cuáles son los puntos negros del documento: una nueva posición asentada en el complejo, en la renuncia y en el miedo. Y es que en el nuevo PP vasco, detrás de la afirmación tan manida de que "queremos abrirnos a toda la sociedad" se percibe una rebaja de los principios defendidos en el pasado.

No hay que engañarse. Nos encontramos ante un proceso de liquidación de lo que hasta ahora conocíamos como Partido Popular vasco. Todo lo que ha constituido su esencia terminará siendo percibido como algo marginal, testimonial, cuando no de un radicalismo peligroso. Ahora toca mimetizarse con el ambiente, con resultados que pueden ser demoledores. Las urnas se encargarán de demostrarlo.

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