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Eva Miquel Subías

Recórcholis, Sonsoles

Nuestro Presidente del Gobierno acaba de confesar, con esa mirada tan tierna como estudiada, que jamás suelta una palabra mal sonante. Por otro lado, puede participar en la gran final de Pasapalabra buscando sinónimos al "conceto" crisis.

Verán, tengo un serio problema. Hay dos tipos de personas de las que jamás me he podido fiar, ni de los denominados individuos de consenso, esos que siempre ocupan estratégicamente su lugar en una hipotética "tercera vía", ni de aquellos elementos que nunca dicen tacos. A las personas que pertenecemos al género de las que nos corre la sangre a borbotones por las venas, este tipo de gente nos suele poner los pelillos de punta.

Nuestro Presidente del Gobierno acaba de confesar, con esa mirada tan tierna como estudiada, que jamás suelta una palabra mal sonante. Por otro lado, puede participar en la gran final de Pasapalabra buscando sinónimos al "conceto" crisis, puede deleitarnos con pases estupendos en mitad del ruedo estableciendo relaciones peligrosamente bilaterales con algunas de las estatutariamente renovadas comunidades autónomas, toreando a capotazos la ya maltrecha Constitución de 1978. Incluso puede, sin ningún tipo de rubor, engañar a todos los españoles durante casi una legislatura haciendo macabros malabarismos dialécticos con destacados patrocinadores del terrorismo etarra. Eso sí, todo ello sin la necesidad de tener que soltar un puñetero taco ni en la más estricta intimidad.

Estarán de acuerdo con que tan maravilloso virtuosismo político bien se merece una ovación. De hecho, hay que reconocer que muchos de estos socialistas reciclados de Muji son unos auténticos fenómenos de la comunicación. Ellos saben poner en funcionamiento con total maestría una permanente campaña publicitaria al más puro estilo americano, con barras y estrellas por doquier, pero con la finneza que le impregna un talante más europeo, más refinado y recuperando debates ideológicos ya caducos pero pasaditos por Vinçon –por cierto, uno de mis establecimientos favoritos– para que puedan resultar mucho más atractivos y contemporáneos. Ya saben, como el exprimidor de Philippe Stark, del que sabes de antemano desparramará el jugo del cítrico en cuestión por toda la encimera, aunque queda monísimo en la cocina. 

De aquí a no demasiado tiempo empezaremos a creer que Pepiño Blanco y Jesús Caldera, al que se le ha encargado la apasionante tarea de organizar un mega Think Tank de inspiración progresista de vanguardia, vienen a ser como los herederos españoles de Marx y Engels en su versión más Tarantino. E incluso si se lo curran un poco más, podremos llegar a creer que la Ministra de Igualdad ha llegado incluso a leer a su admirada Simone de Beauvoir.

Ante la cuestión que formula la incisiva Julia Otero a José Luis Rodríguez Zapatero (por qué luce una uña de color oscuro) ZP le contesta que tuvo un pequeño accidente al intentar cerrar una ventana, a lo que la periodista le repregunta: "¿Y no dijo ningún taco, Sr. Presidente?". Y mientras responde con una negativa, esbozando media sonrisa que –es de justicia reconocer– traspasa absolutamente la cámara, afirma con total contundencia que jamás emplea una mala palabra.

Francamente, la espontaneidad de nuestro Presidente es manifiestamente mejorable. O eso o directamente tiene sangre de horchata, porque me niego a creer que siga inmerso en su papel incluso en los momentos más privados en sus dependencias monclovitas. Aunque al paso que vamos, podría incluso tratarse de una nueva versión del Show de Truman. Pues eso, que no me fío un pelo.

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