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Empiezo a escribir este artículo cuando sólo han pasado cinco horas desde que ETA ha anunciado que va a cumplir con lo que siempre le ha pedido el secretario general de ERC: que dejaran de matar en Cataluña para así favorecer a los que tienen los mismos objetivos políticos que ellos. Creía que habiendo transcurrido tan poco tiempo desde que se ha hecho público el comunicado, no me iba a ser posible todavía ilustrarme con alguna muestra del alud de indignadísimos escritos sobre la cuestión que, imagino, se deben estar meditando a estas horas en todas las redacciones de Barcelona. Casi he acertado.
 
He supuesto que tendría que esperar hasta mañana para poder saber de la exigencia urgente de explicaciones al presidente Aznar; de las acusaciones de oportunismo intolerable dirigidas a Rajoy; de los editoriales reclamando que se expulse del Pacto Antiterrorista al Partido Popular; y de las columnas previniendo sobre la utilización torticera que la Brunete mediática se aprestará a cometer sobre esa conquista que supone la tranquilidad asimétrica que anunciaron los chicos de la serpiente y la senyera con la estrellita. Y casi he acertado.
 
Casi. Porque con una marca de cinco horas y dos minutos, Enric Sopena no ha querido permitir que ninguno de los suyos se le adelantase en momento tan señalado para escupir sobre el partido de Miguel Ángel Blanco. “ETA vota al PP”, acaba de escribir ahora mismo el ex jefe de los informativos de TVE en la época del GAL y Mister X. Antes de establecer el récord, ha tenido tiempo para añadir que el otro, ése que dice llamarse Carod, “no calculó la capacidad destructiva del aparato mediático del PP”. Justo es que hoy, el día de la definitiva puesta de largo de la batasunización de Cataluña, no dejemos de reconocer por fin el valor social de los que tienen que ejercer un oficio tan estigmatizado y antiguo como el suyo.
 
Que ETA es del PP ya lo debía barruntar para sí el ideólogo de Maragall, Xavier Rubert de Ventós. Seguramente de ahí que se animara a denunciar en su último artículo en La Vanguardia que en 1975 la policía supo, gracias a la dirección de la banda, que él había ayudado a pasar a Francia a un terrorista. También lo debía intuir el PSC. Tal vez por eso firmó con ERC un compromiso para aislar a los populares en todas las instituciones, y darles un tratamiento similar al que contempla el Pacto Antiterrorista para los cómplices políticos de los pistoleros. A Esquerra tampoco se le ha escapado la sospecha de esa doble militancia. Esa debe ser la causa de que cuando su jefe fue a hablar del tiempo con ellos a Perpiñán se llevase como testigo a un miembro del máximo órgano jurídico de la Generalitat; seguramente su misión era levantara acta formal del engaño. El servicial Sopena no es el único, a estas horas parece que lo saben todos los que hoy son alguien en Cataluña.
 
Han pasado unos cuantos minutos más. Enciendo el televisor. Acaba de empezar un debate y uno de los participantes corta secamente a otra invitada. “Oiga, no estamos en la COPE, esto es TV3”. Lo ha dicho Puigcercos, el segundo de ERC. La periodista que dirige el programa asiente. La diputada del PP calla. Ocurre hoy, 18 de febrero, el día de la puesta de largo.

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