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José García Domínguez

La caricatura

Por eso, Zapatero, sin más dilaciones, debe dar el paso ya, y ser otra vez el primero en rendirse.

Se trata de una gran ocasión para él, y nadie comprendería que la dejase escapar. De ahí que los ojos de la comunidad internacional permanezcan fijos a estas horas en La Moncloa. El mundo entero sabe que ese gesto sólo puede partir de un líder con sus atributos, y ZP no debe decepcionarlo. Urge, pues, que dé cauce de inmediato a las enormes expectativas planetarias depositadas en su persona. En este momento crítico, la mejor caricatura que Occidente ha sabido dibujar de sí mismo está llamada a hacer honor al caudal de confianza que se ha depositado en ella. Es su gran responsabilidad histórica. Por eso, Zapatero, sin más dilaciones, debe dar el paso ya, y ser otra vez el primero en rendirse.

De entrada, y como entremés del desagravio al Profeta, no estaría de más que el presidente añadiese algunas cláusulas al capítulo de garantías del Estatuto catalán. Así, por ejemplo, junto al derecho a no recibir la enseñanza en español pero sí en bereber, se podría incorporar el privilegio de ignorar a Voltaire. En concreto, habría que garantizar a los escolares la prerrogativa de desconocer que ese impío compuso "Le Fanatisme ou Mahomet le prophète", tragedia en la que un joven asesina a su padre y a su hermano, inspirado por Mahoma. De idéntico modo, el derecho a contemplar el paisaje debiera complementarse con el privilegio de ignorar el Canto Veintiocho de Dante Alighieri, aquél en el que retrata al autor del Corán ardiendo eternamente en el Infierno por sus pecados.

Aunque, más allá de esas medidas tan necesarias como perentorias, de ZP se espera un empeño de mayor calado: la asunción del mando en la claudicación definitiva de Europa ante el Islam. Pues si es cierto que no faltan dirigentes que se enseñen ante las chilabas tan muertos de miedo como él, tampoco se antoja falso que ninguno ha ido más lejos en el desarrollo doctrinal de ese tembleque. Así, desde Tocqueville sabíamos que a la gente le importa una higa la libertad, y que la única pasión que mueve a los rebaños es la igualdad. Pero hubimos de esperar a que nos fuese revelado el concepto zapateril de "democracia avanzada" para atisbar las últimas consecuencias de esa nueva antropológica.

Por él conocemos, al fin, que "igualdad" no ha de entenderse en sentido jurídico –"todos somos iguales ante la Ley"– sino en clave moral. "No existen principios ni valores mejores o peores, sólo hay diversidad y punto", eso significa la palabra igualdad en boca de Zapatero. Por tanto, si Maragall discrimina a los charnegos en los colegios, es su opción, y hay que respetarla. Y si los muslimes le cortan la cabeza al danés de la viñeta, pues mala suerte, chaval; pero no vayamos a inferir de eso que existan el Bien y el Mal, y que nosotros seamos quienes para distinguirlos.

Venga, presidente, que lo están aguardando en Túnez. No los defraude.

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