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Jake Sandoval

La resaca de los Goya no se quita con aspirina

Los Goya han pasado pero nadie ha quedado contento. La polémica sigue acompañando a los premios.

Los Goya han pasado pero nadie ha quedado contento. La polémica sigue acompañando a los premios.

Dos días después de la entrega de los últimos premios Goya está claro que nadie ha quedado muy contento. El presidente de la Academia, Enrique González Macho, supo estar a la altura con un buen discurso de fondo y forma, aunque se le notase nervioso.  Una pena que no consiguiese toda la atención que merecía, porque desgraciadamente hay algo más en estos premios que la crítica sobre las reformas en el sector. Y la sensación de resaca es que su frase "el cine español no es ni de los de la ceja ni de los de la barba, es de todos" no ha conseguido cerrar las viejas heridas.

El toque dandi de la noche lo puso Alfonso de Vilallonga, barón de Segur, sobrino de José Luis y nieto de Salvador, quien fuera último monóculo de Cataluña y según Pla el único catalán sin arrugas en la ropa. Alfonso lució un traje verde celeste dejando claro que las ramblas ya no acaban en el mar. El foco de atención de la noche se lo llevaron Candela Peña y Maribel Verdú. Peña, que me pareció extraordinariamente valiente en la entrega de los premios Gaudí cuando "provocó" al personal hablando en español, no estuvo precisamente fina, aunque dejó claro su reproche a los recortes en Sanidad de la Generalidad. Lo de Maribel Verdú fue de vergüenza ajena, su frasecita sobre "el sistema quebrado, obsoleto, que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos" parecía sacado de un eslogan de primero de la ESO, mas habiéndose hartado a hacer anuncios a favor del sistema. Más coherencia por favor.

Pero más allá de la anécdota, en mi opinión fue otra oportunidad perdida del mundo del cine, que sigue empeñado en sus trece. En primer lugar hay una sensación que transmitió muy bien Toni Cantó al expresar que "el mundo del cine es muy crítico con el PP pero le ha perdonado todo al PSOE, y la gente tiene la percepción de que son partidistas".  En segundo lugar, ese mundo sigue sin darse cuenta de que hay un gran sector de la población que siente rechazo frontal y que actúa bajo un lema muy claro: "No con mi dinero". Sean 40 millones de euros o 400, hay mucha gente que es partidaria de cero subvención al cine español, ya que se sienten agredidos por el mismo. Y no hablamos de cuatro gatos. Mientras no consigan rebajar su intensidad, cambiar de discurso e intentar unir para que el cine español no se considere una industria de partido es difícil que salga de la crisis.

Y claro que la Academia tiene motivos para quejarse y no estar contenta, la situación es difícil y todos deberían intentar hacer más. La subida del IVA, la necesidad de  un marco regulatorio más estable y luchar más contra la piratería son demandas sensatas. Pero esos problemas no los ha creado este gobierno, aunque tampoco los esté solucionando. La pena es que, como siempre, los más perjudicados no serán ni Javier Bardem, ni Maribel Verdú, sino todos aquellos que no estaban en el Pabellón Príncipe Felipe y que seguirán sufriendo en su propia piel la crisis. Otra noche más en que se habló de cine para que al día siguiente nadie hablase de las películas premiadas. Otra oportunidad perdida de un sector que ni se encuentra ni se quiere encontrar.

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