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La vida tragicómica de Manolo de Vega

Su vida estuvo llena de éxitos y de años amargos, en especial los últimos: "Llegué a desnudarme todas las noches en una sala de fiestas"

Su vida estuvo llena de éxitos y de años amargos, en especial los últimos: "Llegué a desnudarme todas las noches en una sala de fiestas"
Manolo de Vega | EFE

Muchos creían que Manolo de Vega era de raza gitana, tal vez por la manera con la que contaba tantos chistes sobre los calés. Era vallisoletano, hijo de padre ciego que vendía cupones hasta que se jubiló. "Todo lo que yo he aprendido de flamenco o de mi buen humor se lo debo a él. Siempre me aconsejaba, incluso siendo yo ya popular. Fui su lazarillo, llevándolo del brazo por las calles de Valladolid hasta que cumplí once años y me metí de camarero en un bar".

La vida de Manolo de Vega fue dura, con episodios de drama y tragedia, de vodevil y de comedia de enredo. "Era un crío todavía cuando me presenté en Cabalgata Fin de Semana, el programa que tenía Bobby Deglané en Radio Madrid, allá por los años 50. Canté "La salvaora" y "La niña de fuego", porque Manolo Caracol era mi ídolo. Mis padres no querían por nada del mundo que yo fuera artista, pero a mí me tiraba mucho ir cantando por los pueblos. Como en la "mili" aprendí a cocinar no me costó mucho colocarme después en un restaurante santanderino. De jefe de cocina nada menos. Tenía yo entonces dieciocho años. Canturreaba en los fogones. Y un cliente me animó tanto que logré hacer doblete: al terminar mi trabajo de cocinero me iba al Drink Club, una sala de fiestas que tenía un hermano del compositor Juan Carlos Calderón. Y allí fue donde empecé a cantar profesionalmente".

Dejó luego cacerolas y pucheros, enrolándose en el Teatro Argentino, portátil. "En Córdoba gané un concurso de cante jondo, anunciándome como el Fosforito de Valladolid. Canté por tarantos. Y allí estaban también concursando nada menos que José Menese y Chocolate… Luego me contrataría mi paisana, Marienma, de cantaor en su ballet. Estuve cuatro temporadas en su compañía. Yo creo que gracias a ella fui el primer cantaor flamenco que pisó el escenario de la Scala de Milán".

Posteriormente entró a formar parte del conocido Teatro Chino de Manolita Chen. Bueno, en una de sus compañías. Todo su quehacer artístico era entonces puramente flamenco, tocando varios palos, y defendiéndose sobre todo mejor con los fandangos "caracoleros". Hasta que un día, encontrándose actuando en Alicante, se suicidó un cómico del elenco, llamado Joe Correira. "Se organizó una función de homenaje y los empresarios me pidieron por favor que supliera la triste ausencia del cómico contando yo algunos chistes. Tanto me ovacionó el público, mezclando mis cantes con las bromas, que me propuse en adelante seguir combinando ambas facetas, la de cantaor y la de humorista. Y así empezó todo, hasta que toda España me conoció por televisión en un programa de José María Íñigo".

Pero hasta esa noche televisiva, Manolo de Vega hubo de pasar no pocos apuros, cuando ya se anunciaba con esa denominación, tras abandonar aquello de Fosforito de Valladolid. "En Barcelona, el dueño de una sala de fiestas a la que acudí en busca de trabajo, me preguntó si yo era el cómico que estaban esperando. Le contesté que no, que era cantaor flamenco, que tenía cuarenta discos grabados. Y él me dijo que en su local lo de ese género no funcionaba. Pero yo le dije que aceptaba un contrato con él. Me fui a comprar unos cuantos discos eróticos, un pijama, una foto de Heidi y debuté haciendo "strip-tease, quedándome en cueros vivos en la pista. De las seis mil pesetas que me ofreció el primer día me aumentó a catorce mil. Fui uno de los pioneros del destape varonil en España. Mi repertorio era cantar flamenco, contar chistes… y quedarme en porretas".

Manolo de Vega tuvo una sorprendente y agitada vida amorosa, con nueve hijos reconocidos de distintas mujeres, como ya hemos contado en Chic muy recientemente. En una de aquellas giras recaló en Madrid y en un tablao tuvo como excepcional espectadora nada menos que a Ava Gardner. "Nos fuimos a la cama y encima al día siguiente me regaló un billete de mil pesetas".

Manolo de Vega

La popularidad del cantaor humorista vallisoletano se disparó en la segunda mitad de los años 70, y la mantuvo al menos un decenio. Ganó mucho dinero. Se compró un buen piso en Valladolid. El último modelo Mercedes. Y ayudó cuanto pudo a compañeros necesitados. Esa generosidad la conocían de sobra muchos de los que cuando en los últimos tiempos Manolo de Vega malvivía con una pobre pensión, mutilado de sus dos piernas, sin trabajo y sin poder pagar el alquiler de su modesta vivienda, miraban para otro lado, olvidando cuando él fue pródigo con los demás. Y se ha muerto tras esa existencia que les hemos extractado, propia de un cómico que después de haber conseguido ser popular y querido en toda España, tras sus duros comienzos desde que trabajara siendo un niño, de vivir unos años "a lo grande", se ha ido al otro mundo en la miseria. Aquel que tanto nos hizo reir, con quien particularmente yo compartí muchos divertidos encuentros, merece que ahora le dediquemos una oración y un recuerdo.

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