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La vida atormentada de Andrés do Barro

Triunfó en los 70 con "O tren", "San Antón", "Corpiño xeitoso"…

Triunfó en los 70 con "O tren", "San Antón", "Corpiño xeitoso"…
Andrés do Barro durante una actuación | Imagen de televisión

En un reciente viaje a tierras gallegas encontré la biografía sobre Andrés do Barro, titulada Saudade, escrita por el comentarista musical ferrolano Fernando Fernández Rego, que ha editado La Fonoteca este verano. Disfrutó de una merecida popularidad, aunque fuera de modo fugaz, entre los años 1970 y 1972. Durante ese par de años Andrés do Barro consiguió algo poco común entonces: colocar en el número 1 varias de sus composiciones: "O tren", "Corpiño xeitoso", "San Antón" y "Pandeirada". En lengua gallega. El régimen franquista no había permitido durante muchos años ni actuaciones ni discos que no fueran en castellano. En Galicia el grupo Voces Ceibes tenía un repertorio comprometido con temas de reivindicaciones socio-políticas, muy vigilado por la policía. Curiosamente, Andrés Do Barro estuvo una corta temporada con aquellos. Pero luego se decidió por otro tipo de canción, de corte folclórico-costumbrista; eso sí, en su lengua nativa. A fin de cuentas lo que se trataba era de difundir la lengua de Rosalía de Castro, de Curros Enríquez, de Ramón Cabanillas y tantos otros ilustres autores galaicos.

Hijo de un coronel de Intendencia de la Armada, Andrés Lapique Do Barro cursó la carrera de Marina Mercante, que no llegó a concluir a falta del aprobado en una asignatura. En su camino se cruzó su afición musical. Componía de oído, con su guitarra. Ilusionado en su afán de contar historias sencillas de su tierra; de mocitas en edad de enamorarse, de rapaces soñando caminos del futuro; con retratos de paisajes, romerías, bailes populares… La hermana del general Franco, doña Pilar, se convirtió en su madrina artística. Y Juan Pardo, que ya era una figura del pop, no vaciló en firmar un contrato con él por cinco años en calidad de productor discográfico. "O tren", resultó una revelación entre los jóvenes: "O tren que me leva pola veira do Miño / me leva e me leva polo meu camiño /. O tren vai andando pasiño a pasiño / e vai-me levando…". Era el año 1969. En los coros de la canción participaron Juan Pardo, su mujer, Emy de la Cal y un primerizo Camilo Sesto, entonces vocalista del grupo Los Botines. Al año siguiente otra diana con "Corpiño xeitoso", que rezaba aquello tan pegadizo: "Teu corpo xeitoso / indo sabor de area / o teu movimiento e comas ondas do mar…". La creó recordando a una vecina suya cuando iba a veranear a Pontedeume, llamada Teresa, que le excitaba mucho por su espectacular físico aunque no le hiciera caso alguno. Con parecidos mimbres surgieron después "San Antón" (apuntes de una romería a la ermita de esa advocación situada en Corveiro, cerca de Cedeira, a través de un camino al borde del mar) y "Pandeirada". Retratos de una Galicia rural con fondo de gaitas y pandeiros. Nada reivindicaba Do Barro que no fuera el amor a su patria chica y sobre todo a su lengua. Nadie había llevado el disco hasta entonces tal número de canciones como él en gallego. Juan Pardo también lo haría con "La charanga" y algunas otras, pero en menor medida. Luego justo es reconocerle a Andrés esa labor divulgativa. Ambos tarifaron en 1971, dejaron de colaborar juntos y hasta de hablarse. Nunca se supo por qué razones, aunque éste le achacaba querer apuntarse sus éxitos en tanto aquél consideraba a su pupilo algo desagradecido al menos.

Aquel año Andrés do Barro fue protagonista de la película En la red de mi canción, al lado nada menos que de Conchita Velasco, en un papel en principio pensado para Manolo Escobar. Le doblaron la voz en los diálogos. De lo que se trataba, según los productores, era de aprovechar el "gancho" que el gallego tenía con sus canciones entre los jóvenes. Cruzó por entonces por vez primera el Atlántico, actuando en Argentina y Brasil, donde siempre permaneció una amplísima colonia gallega. Pero le llegó la crisis, tras el fracaso de su segundo álbum, ¡Pum! Y ni el cambio de casa de discos frenó la cuesta abajo del cantautor ferrolano.

Se había casado con Paula López, a la que conoció en Bilbao y con ella y sus cuatro hijos levantó su casa de la sierra madrileña marchándose por largo tiempo a México, donde tampoco le rodaron bien las cosas y hubo de trabajar como gerente de una sala de fiestas y de un hotel, toda vez que manifestara haber sido engañado por su representante. No cobró las galas que hizo y optó por alejarse una prolongada temporada de la música. Con un quinto hijo en la familia retornó a España en 1980, ya olvidado y las casas de discos nada quisieron saber de sus nuevos proyectos. Le echó una mano en La Coruña su buen amigo, el comentarista musical Nonito Pereira, que hasta le facilitó algún dinero al saberlo "sin blanca", completamente en la calle. Durante unos meses fue tirando porque también Nonito le consiguió un programa de radio, convenientemente remunerado. Pero Andrés quería volver a la canción, intentándolo en una gira en la que lo estafó otro representante, según confesaría. En 1982 Antonio D. Olano lo incluyó en el reparto de una comedia musical, ¡Ay, caray, con las chicas de Echegaray, junto a las hermanas Raquel e Irene Daina, que duró en cartel hasta enero del año siguiente. Lo que siguió después fue un duro, largo periodo de inactividad para Andrés do Barro. Entró en una fase desesperada de su atormentada vida. No siendo hormiga, con los ahorros volatilizados, ya no levantó cabeza, se separó de su mujer, buscó amparo en una abogada, Margarita, que lo acompañó los dos últimos años de su vida, en tanto refugiado en el alcohol se lamentaba de no haber gozado de una segunda oportunidad. Lo conocí. Era un muchacho agradable, simpático, desenvuelto, aunque algo irresponsable, que no supo calibrar los vaivenes del mundillo artístico, por lo corriente inestable. Y no salió del pozo negro en el que se vio envuelto, falleciendo de un tumor hepático en Madrid el 22 de diciembre de 1989. El día de la Lotería Nacional. Cuando su suerte ya hacía mucho tiempo le había abandonado. Fue enterrado en la intimidad. Ninguno de sus compañeros de la canción estuvo presente en el cementerio. De vivir ahora cumpliría el próximo 1 de octubre sesenta y ocho años.

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