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El trágico final de Rita Hayworth, 30 años después

La gran estrella Rita Hayworth se apagó hace ahora 30 años Murió arruinada y tras cinco matrimonios. 

La gran estrella Rita Hayworth se apagó hace ahora 30 años Murió arruinada y tras cinco matrimonios. 
Rita Hayworth | Cordon Press

Treinta años hace que una de las más grandes estrellas de Hollywood, Rita Hayworth, dejara este mundo en unas condiciones físicas deplorables. Quien había sido considerada "La diosa del amor", uno de los "sex symbols" más explosivos del mundo de la pantalla, llevaba ya más de un decenio siendo una triste sombra de sí misma, envejecida prematuramente, mal vestida, y a menudo dando tumbos, merced al abuso del alcohol y las drogas. No obstante esas malas costumbres, se descubrió tardíamente que padecía el terrible mal de alzhéimer que fue, en definitiva, la causa por la que murió según dictamen de quienes dictaminaron su muerte. Vivía en un apartamento de Manhattan, Nueva York, atendida por su hija Yasmina. La mujer que había deslumbrado a millones de hombres, que ganó fortunas por sus taquilleras películas, acabó completamente arruinada, por culpa de sus maridos, sobre todo los dos últimos. Ninguno de los cinco la atendió económicamente cuando se divorciaron. Es, en resumen, la vida de una mujer que de un hogar pobre, maltratada por su familia, llegó a la cima de las divas del Séptimo Arte, para acabar desahuciada en su salud y en la miseria.

Se ha escrito de sus antecedentes españoles y, en efecto, Margarita Carmen Cansino descendía de padre nacido en Castilleja de la Cuesta, aunque toda la familia era del también pueblo sevillano de Paradas, donde el abuelo Antonio tocaba, modestamente, la guitarra. Uno de su prole era Eduardo, bailarín como una de sus hermanas, con la que formó un dúo que arribó a los Estados Unidos en busca de fortuna. Malvivían en compañías modestas. Él buscó otra pareja de baile, que resultó ser Volga Hayworth, corista del célebre ballet de los Ziegfeld Follies. Tuvieron una hija, que nació en Brooklyn en 1918, la que un día sería la célebre Rita Hayworth, a quien su padre explotó profesionalmente, y no sólo eso: le pegó con frecuencia y abusó de ella. Tenía la joven bailarina trece años cuando debutó a su lado presentando números musicales andaluces. Como era menor de edad no se le permitía actuar en los teatros, de ahí que tuviera que viajar con su progenitor hasta Tijuana. Los locales en la frontera de México les permitían bailar sin problemas. Y no sólo eso: allí, la adolescente Rita tendría ocasión de convivir en ambientes sórdidos donde la prostitución y el alcoholismo estaba al día. Además él la obligaba a fingir que era su mujer y no su hija. Puede decirse que fue el primer hombre que conoció íntimamente.

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Hayworth y Jose Maria Villapadierna, en una corrida de toros | Cordon Press

Hubo otros después comenzando por un espabilado vendedor de coches, Edward C. Judson, quien se ofreció para ayudarla a ser una estrella. Con sus tretas consiguió que la contrataran en la productora Columbia. Judson se aprovechó de la extremada juventud de su pupila, convirtiéndola en su esposa en 1937, cuando Rita no había cumplido aún los veinte años. Cinco durarían juntos. Se divorciaron. Rita Hayworth ya sabía caminar sola por los intrincados despachos de los estudios de la Meca del cine hasta conseguir un papel importante en la versión filmada de una novela de Blasco Ibáñez, Sangre y arena, en un personaje precisamente andaluz, el de doña Sol. Llegó el momento en que decidió ser ella la que elegiría los hombres que le gustaran, desdeñando aquellos babosos como Harry Cohn, jefazo de la Columbia, que la acosaba en cuanto se tropezaba con ella, sin conseguir nada. Uno de los amantes de Rita Hayworth fue Anthony Quinn. Y cuando Rita viajaba a Madrid, se veía con el conde de Villapadierna, de quien se cuenta era uno de sus más fervientes admiradores íntimos. Pronto entraría en su vida Orson Welles, que se había enamorado de Rita nada más verla en una portada de Life en 1941. Coincidieron en algunas funciones patrióticas para animar a las tropas norteamericanas que marchaban a luchar en la II Guerra Mundial. Orson dejó a Marlene Dietrich, con quien viviera un romance, para consagrarse a la conquista de Rita Hayworth, lo que no le fue difícil.

Ella, desde luego, era consciente de sus limitaciones culturales, a sabiendas de que iba a casarse con un genio. En los periódicos eran citados como "la Bella y el Cerebro". La boda sucedió en 1943, en un juzgado de Santa Mónica, en apresurada ceremonia, aprovechando un descanso de la película "Cover girl" que estaba rodando la novia. Los periodistas se enteraron tarde pero consiguieron llegar a tiempo cuando el novio, torpe y nervioso, no acertaba a colocar el anillo nupcial en el dedo de Rita. Su vida de pareja transcurrió al principio apaciblemente pero cuando los padres de Rita comenzaron a visitarlos con demasiada frecuencia, Orson empezó a enfurecerse: ella ya le había confesado que Eduardo Cansino, su progenitor, había sido quien la desvirgó. Se mudaron varias veces de casa, en una de ellas Welles tuvo buen cuidado de que nadie pudiera ver desde el exterior a su mujer completamente en pelotas, costumbre que siempre mantuvo por su afición a los baños de sol. El momento más dichoso de los Welles sucedió con el nacimiento de su hija Rebeca en 1944, nombre que la bella mamá eligió en recuerdo de la película "Ivanhoe". El parecido de la niña con el padre era grande. Pero a pesar de ello, el creador de "Ciudadano Kane" no era hombre que se interesara mucho por la infancia. Y conforme fue creciendo la niña él se olvidaba en sus continuos viajes de mandarle siquiera una maldita postal. Estaba comprometido con sus actividades políticas y desde luego con varios proyectos cinematográficos a la vez, y hasta tuvo la ocurrencia de querer enseñar a Rita ¡a torear!, llevado por su afición a nuestra fiesta.

Orson empezó a engañarla. Primero, con Judy Garland. Y a Rita Hayworth empezaron a brotarle los primeros signos de los celos, y a sentirse una cornuda. Y en una de esas peleas lo echó de casa. Estaba entonces muy enfrascada en el guión de Gilda, que empezaría pronto a rodar junto a Glenn Ford. Nadie parecía darle importancia a aquel rodaje que iba a constituir el gran triunfo de la actriz, la que se quitaba un guante despacio, con estudiado signo sexual, cual un inesperado "strip-tease" para el espectador, lo mismo que movía con sensualidad los labios, contoneándose, mientras se escuchaba "Put he blame on Mame" y "Amado mío", aunque quien cantaba en realidad no era ella sino Anita Ellis en un perfecto "play-back". Desde luego lo que nunca se olvidó de aquel filme fechado en 1946 fue la bofetada de Glenn Ford. Lo acusaron de machista. Pero antes ella también había usado la violencia. En España la película se estrenó pese a una férrea censura, tachada de "gravemente peligrosa".

Año importante para Rita Hayworth, considerada por los cronistas una "bomba sexy", alusión que se justificó cuando las autoridades militares de los Estados Unidos fijaron una gran fotografía de la estrella en las paredes del avión que lanzó la bomba atómica sobre el atolón de las islas Bikini. Año también en la que Orson Welles la dirigió en La dama de Shanghai, ordenando que tiñeran los cabellos a su mujer de color rubio platino. Pero Rita no estaba feliz en su matrimonio, harta de las infidelidades de su marido, de que le hiciera poco caso. Y le comunicó su deseo de divorciarse, lo que obtuvieron en 1948. Rita Hayworth había rodado ya Los amores de Carmen cuando decidió viajar a Europa. Fue a la Costa Azul y allí el príncipe Ali Khan pidió a la chismosa cronista Elsa Maxwell que le presentara a la actriz, que le había entusiasmado viéndola en Gilda. Impenitente mujeriego, manifiestamente millonario, se convirtió en el siguiente esposo de Rita Hayworth tras una boda publicitada en todo el mundo, en 1949, que se celebró en Vallauris, localidad cercana a Cannes. Presente en la ceremonia su pequeña hija, Rebeca Welles. Y a la feliz actriz empezaron ya a darle tratamiento de Alteza. ¡Quién iba a decirlo recordando su mísera adolescencia! A la boda, Rita acudió ya embarazada. Y en diciembre, tuvo a Yasmina quien, de sietemesina, nada de nada.

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Hayworth y James Hill | Archivo

Las sucesivas infidelidades del príncipe dieron al traste con la tercera unión matrimonial de Rita Hayworth. Desengañada, tuvo que regresar al cine para ganarse la vida. En 1953 decidió casarse por cuarta vez: el beneficiado fue un actor-cantante de procedencia argentina, Dick Haymes, al que ella ayudó cuanto pudo, desde conseguirle la prórroga de su estancia en los Estados Unidos hasta pagarle deudas contraídas en anteriores matrimonios. La pareja terminaría mal. No fue mejor su quinto y último matrimonio, en 1958, con el director James Hill, que asimismo se acostumbró a vivir a costa de Rita. En 1961 se divorciaron. Ese año, durante un partido de fútbol celebrado en Los Ángeles, el 27 de agosto, hizo el saque de honor. Se rumoreó que después de una cena, "se enrrolló" con un delantero del Real Madrid. En adelante, la existencia de Rita Hayworth fue poco a poco degradándose, buscando como refugio el alcoholismo. Rodó treinta y dos películas en su vida, la última en 1972, La ira de Dios. Su belleza iba marchitándose. Hizo una visita a Madrid, para ser entrevistada por José María Íñigo en su programa Directísimo. Fue una penosa experiencia. No dijo nada, no se acordaba de nada. Presumiblemente había empinado el codo más de la cuenta. Y el mal de Alzhéimer, desde luego, ya estaba activado en su cerebro. De sus dos hijas, Yasmina es la que siempre estuvo a su lado, hasta los últimos momentos.

Rita Hayworth falleció en Nueva York el 14 de mayo de 1987, a los sesenta y ocho años, sensiblemente avejentada, sin patrimonio alguno. Fue enterrada en el cementerio de Santa Cruz, en Culver City. Glenn Ford, aquel que la abofeteó en Gilda, fue uno de los que sostuvieron su féretro hasta llegar a la tumba.

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