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José Luis Coll solo dejó al morir 600 euros a su familia

José Luis Coll, pese a su fama e ingresos, solo dejó 600 euros pues se jugó sus ahorros en los casinos.

José Luis Coll, pese a su fama e ingresos, solo dejó 600 euros pues se jugó sus ahorros en los casinos.
José Luis Coll | Cordon Press

Se acaban de cumplir quince años de la muerte de José Luís Coll. Justo cuando han trascendido unas declaraciones de su hijo Mario, quien lo recordaba como un ludópata que por su afición inmoderada al juego sólo dejó a su familia al morir la exigua cantidad de seiscientos euros. Demos por cierta esa confidencia tratándose de quien ejerce de psicoterapeuta. Este primogénito de quien fue un popular humorista y actor también ha dicho que su padre bebía más de la cuenta, tenía varias amantes y era un auténtico desequilibrado.

¿Qué pudo llevar a José Luis Coll a esa vida desquiciada, jugándose en los tapetes de los casinos casi todo lo que ganaba en las salas de fiesta y los teatros? No somos psicoanalistas para juzgarlo. No obstante, quizás su pasado, siendo niño, pudo influir en su errático proceder, ya siendo un hombre maduro, con éxito en su profesión. Nacido en Cuenca el 23 de mayo de 1931, quedó huérfano de padre cuando sólo tenía un año. No le gustaba a José Luís contar aspectos de esa dura niñez, en tiempos difíciles nada más concluir la guerra civil, que fue cuando su madre, la escritora Angustias García Usón, de filiación republicana, se fue a vivir a Buenos Aires, dejando a José Luís y a su hermano mayor al cuidado de sus abuelos y tíos. Conducta que, sin entrar en más profundidades, se nos antoja dolorosa, nada edificante. Así es que con el transcurso del tiempo es fácil pensar que el futuro humorista echara de menos ese calor maternal. Angustias se casó de nuevo en Argentina, tuvo dos hijos y regresó a España en 1977, en tiempos de la Transición. ¿Temió acaso, cuando se exilió, que por su ideología pudiera haber tenido problemas con la justicia franquista? Ahí quizás puede justificarse en parte su marcha de nuestro país.

La infancia y adolescencia de José Luis Coll fue triste. Puede que de ahí le viniera ese aire "a lo Buster Keaton", serio y meditabundo, que presidió la mayor parte de su repertorio humorístico. Fue en su ciudad natal escribiente en el Mercado de Abastos. Por su afición a la literatura comenzó a escribir guiones para la radio local y artículos y cuentos que le publicaban en el diario falangista Ofensiva. Conoció a César González-Ruano, que pasaba muchos fines de semana en esa capital encantada. Se convirtió José Luís en su particular secretario, le pidió un día ayuda para irse a Madrid y el escritor santanderino le facilitó un encuentro con Antonio Mingote. A partir de ese momento en los inicios de la década de los 50, Coll fue deslizando sus trabajos en el semanario de humor Don José, luego también en La Codorniz, después ganarse la vida en el teatro con papeles de menor a mayor importancia, hasta que mucho más tarde formó pareja con Luís Sánchez Polack "Tip". La pareja que revolucionó el humor en nuestro país en las décadas de los 70 y 80. Todavía Televisión Española, propietaria de cuantos "sketchs" conserva de ese dúo.

José Luís se casó con Clotilde Rodríguez e hizo su viaje de novios desde Cuenca a Madrid, donde aprovechó que le habían regalado un taco de billetes para viajar gratis en los autobuses municipales. Claro estaba que apenas tenían lo mínimo para empezar su vida de casados. Uno de los mejores amigos de Coll fue Luís Sánchez Polack, al que conoció en una taberna madrileña de la tan conocida calle de la Ballesta, muy concurrida por las noches por la afluencia de salas de alterne. Ambos se buscaban la vida como podían y contaban, ya en su época floreciente, de qué manera "iban tirando" para comer gratis, o por lo justo. Hasta recurrían a apoderarse de las propinas que dejaban los clientes en los bares. Con gracia.

Aquella etapa bohemia y hambruna fue alejándose. Y a finales del decenio de los 60, un veterano realizador de televisión, Fernando García de la Vega, tuvo la feliz ocurrencia de juntar a los dos humoristas, en principio para un solo programa. Como causaron sensación, Tip y Coll se convirtieron en un dúo de humoristas admirados en toda España, tanto en la pequeña pantalla como en sus actuaciones ante el público. Escribían al alimón sus guiones. Uno de sus números más logrados fue aquel de cómo llenar un vaso de agua, idea que salió del caletre de Coll. Cobraban en los años 70 cien mil pesetas por gala, cantidad elevada que doblaron en la siguiente década. Veinticinco años estuvieron juntos, cada uno con su peculiar carácter, sus ideas políticas encontradas. En Protagonistas, el programa radiofónico de Luís del Olmo, tomaron parte con otros genios del humor. Coll acabó con la paciencia del director, que le reprochaba cada miércoles su vagancia. Apenas intervenía o bien repetía situaciones cómicas ya conocidas. Y se marchó de aquel estupendo "Debate de la Nación" no sin pronunciar insultos e improperios, llamando canalla a Del Olmo, mal amigo, dictador. Sin razón alguna. Y con Tip acabó su razón artística en 1990, sencillamente porque el valenciano estaba cansado de actuar y deseaba irse a su tierra, con su amor, Amparo, aunque este matrimonio vivía casi todo el año en el madrileño barrio de Salamanca.

A Coll, su ruptura con Luís Sánchez Polack lo trastocó. Y cuando reanudó él solo sus apariciones cómicas, ya no tuvo el mismo éxito. Los monólogos de José Luís, aun en la misma línea del humor absurdo, no calaban igual en el público. Y su estrella se fue apagando, cuando ya su ex compañero había muerto en 1999; desaparición que a Coll le supuso un inmenso dolor.

La vida de José Luís Coll había sido en el aspecto artístico muy afortunada durante ese cerca de un cuarto de siglo que lo unió a Tip. Consiguió popularidad y dinero. Mayor que él, Tip ya gozaba mucho antes que Coll, de ser más conocido por sus trabajos radiofónicos sobre todo. El caso es que de aquellos apuros económicos de los años 50, el conquense pasó a disponer de un dinero contante y sonante cada día que actuaba, a partir de los 70. Compró un coche nuevo, y un piso en las cercanías del estadio Bernabéu, quizás porque quería estar cerca del campo de su club favorito. Llegó a ostentar la presidencia de la Federación Española de Billar, un juego, que se consideraba deporte, al menos para quien como él lo practicaba con acierto. Se hicieron célebres sus partidas en los sótanos del Palacio de la Moncloa, taco en mano, frente al Presidente Felipe González. Y Coll solía ganarle casio siempre… o le dejaba vencer.

Salía mucho por las noches y regresaba a casa al amanecer. "Cloti", su mujer, era indulgente. Y hasta aceptaba, cuando se enteró, que José Luís tuviera sus "amiguitas". Rara vez se veía junto al matrimonio, salvo en algunos estrenos teatrales o cinematográficos. Sin embargo, en "Bocaccio", club-discoteca de moda, muy frecuentada por actores y periodistas (doy fe de ello), Coll era muy asiduo. Y muy bien acompañado. De ahí que ahora su primogénito le recriminase que se hubiera pulido su dinero con sus amantes. Y en el Casino de Torrelodones, donde apostaba febrilmente. Este noctívago impenitente llevaba, curiosamente sobre el brazo, un termo, al parecer lleno de consomé, que él decía se lo preparaba su esposa para que aguantara tantas horas, entre copa y copa.

Y así llegamos a su final cuando el 6 de marzo de 2007 expiró en el hospital de La Paz, en Madrid, según los médicos "de un fallo multiorgánico" provocado por una larga enfermedad cardíaca. Con él, desaparecía sin duda uno de los más importantes humoristas de nuestro tiempo.

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