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Bruce Willis, apartado del cine: "Es duro verlo en decadencia"

El actor de 67 años padece afasia, una enfermedad de carácter neurológico que afecta principalmente al habla.

El actor de 67 años padece afasia, una enfermedad de carácter neurológico que afecta principalmente al habla.
Bruce Willis | Alamy

Bruce Willis ya no volverá a trabajar más en el cine y la televisión, a menos que ocurra un improbable milagro. Nos enteramos en el pasado mes de marzo, por el comunicado de una de sus hijas, que padece afasia, enfermedad de carácter neurológico que le impide retener en su memoria cualquier guion, leer, escribir; un trastorno fundamentalmente relacionado con el habla, lo que para un actor le obliga a despedirse de su profesión, a la edad de sesenta y siete años. Sujeto a una severa y rutinaria tabla de ejercicios con logopedas y foniatras, ve pasar los días sin que se observe ningún indicio de curación. Es su esposa, Emma Henning, quien está pendiente de Bruce: una carga muy pesada para ella, como ha comentado a los suyos. "Es duro verlo en su decadencia sin poder hacer nada por él. Sólo estar a su lado".

Bruce Willis se caracterizó en la mayoría de sus películas por ejercer de "duro" de la pantalla, con acciones arriesgadas, unas protagonizadas por él y la mayoría con la ayuda de un "doble". Nacido el 19 de marzo de 1955 en Alemania, de madre germana y padre soldado norteamericano destinado a una base centroeuropea, viajó con ellos a la edad de dos años a los Estados Unidos, estableciéndose la familia en Nueva Jersey hasta que el matrimonio se divorció siendo el futuro actor aún adolescente.

En la escuela, tartamudeaba, defecto que le fue desapareciendo cuando empezó a representar obras teatrales infantiles. Trabajaba en 1973 en una fábrica; en los ratos libres iba a tocar la armónica a los bares. Fue vigilante de seguridad en una planta de energía nuclear. Y en ese tiempo de frecuentes cambios laborales acudió a una convocatoria de "extras" para la película. El primer pecado mortal, en 1980. Le gustó la experiencia, que amplió poco después con una breve intervención, ya con frase, en la serie Miami Vice, de 1984.

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El resto de ese decenio le supuso un salto cualitativo como actor, ya que entre 1985 y 1989 intervino en un importante cometido en la serie Luz de luna; rodó un anuncio junto a Sharon Stone promoviendo una marca de bebidas, para coprotagonizar al lado de Kim Basinger un filme de fuerte contenido erótico para lo que entonces se exhibía en las pantallas: Cita a ciegas. Era 1987, su nombre comenzó a cotizarse en Hollywood; coincidió en otra cinta con la sugestiva Demi Moore, entonces enamorada del productor Emilio Estévez, al que dejó por Bruce Willis, casándose el año citado. Fue un flechazo. La boda tuvo lugar en Las Vegas. Aquella pareja ya fue requerida a menudo por las revistas rosas. Bruce, además, grabó su primer disco de pop-blues. Estaba lanzado.

La verdad es que su filmografía es tan amplia como desigual. Ganó mucho dinero a costa de rodar películas de serie B, que a menudo se programan en las televisiones. Pero no hemos de olvidar que también intervino en títulos nada desdeñables. Después de que formara una excelente pareja televisiva en Luz de luna con la explosiva Cybill Shapard en los papeles de dos detectives privados que se desean continuamente, hay que recordar la ya mentada Cita a ciegas, su no muy extenso pero recordado papel de boxeador en Pulp Fiction, que le proporcionó Quentin Tarantino, el del viajero del tiempo en Doce monos, o sus trabajos en La jungla de cristal y El sexto sentido. Casi siempre en esa estampa de héroe, sin mover apenas un músculo, con una pícara sonrisa para deleite de su público femenino.

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Willis y Emma Heming

Que tuvo amantes a porrillo lo supo pronto su esposa. Demi Moore estaba encandilada con él. Contó ella en sus memorias que en la noche de bodas se quedó embarazada. Vivían en Idaho, trasladándose a menudo a trabajar en Hollywood. Tuvieron tres hijos. Y ella se cansó de tantas infidelidades y le pidió el divorcio, obtenido el 18 de octubre de 2000 después de trece años de convivencia, en el transcurso de los cuáles él se encamó con varias actrices de poco renombre, hasta una de ellas del género porno y un par de modelos, de las cuáles María Bravo era española, con la que se paseó por Madrid alguna vez. Él mismo reconocía que le era imposible no tener relaciones extraconyugales. El divorcio de Demi Moore le costaría un ojo de la cara: setenta y ocho millones de dólares.

Su segunda esposa fue, como decíamos al principio, Emma Heming, veintitrés años más joven que él, modelo de Victoria´s Secret. A la ceremonia nupcial acudieron su ex-mujer, sus tres hijas y el ex de la novia, Aston Kutcher. Como se ve, todos muy civilizados, sin celos ni reproches. La pareja tendría dos bebés. Y en el futuro mantuvieron una estrecha relación con sus anteriores cónyuges. Fue durante la pandemia cuando a Demi Moore no le importó pasar una temporada con Bruce y Emma y los respectivos retoños. El confinamiento le resultó así más soportable, según contaron. Se divulgaron unas imágenes del grupo con unos pijamas del mismo color, a rayas blanquiverdes horizontales, muy divertidos.

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La popularidad de Bruce Willis había comenzado a descender ya en las décadas de los 90 y siguientes, pero no dejó de trabajar, como apuntábamos, en producciones de menor presupuesto. Además, la imagen del actor no desapareció de golpe y porrazo. Había sido el ídolo de una generación y pudo servirse de sus réditos más adelante. Hasta que el pasado año, mientras seguía rodando películas y series de poca entidad, sus compañeros se dieron cuenta que Bruce parecía ido, sin concentrarse en sus escenas. Los médicos no tardaron en hallar la razón de aquel aparente desinterés por su trabajo.

No siempre a los galanes del cine les sonríe y perdura la popularidad. En esta ocasión, el destino le ha jugado una mala pasada a Bruce Willis, cuyo futuro lo sitúa en una situación de jubilado antes de tiempo, en medio de una confusa nube mental. Puede que ni sienta ni padezca. Pero sí su familia.

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