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La muerte de "Mondeño", que dejó los toros para hacerse fraile y cuya familia no le devolvió sus millones

Mondeño dejó una fortuna a su familia que nunca quiso devolversela.

Mondeño dejó una fortuna a su familia que nunca quiso devolversela.
Efe

Dos días antes de cumplir ochenta y nueve años, víctima de una grave enfermedad que venía arrastrando, ha muerto un gran torero, Mondeño, que tras varias temporadas de éxito, se cortó la coleta para ingresar como novicio en un convento de dominicos. Dejó su fortuna a la familia. Luego, se arrepintió, a los dos años, y regresó a su hogar, donde no recobró aquellos millones de pesetas. Y tuvo que reaparecer en los ruedos, para de nuevo decir adiós y llevar una vida de bohemio de lujo durante treinta años en París. Vida novelesca la suya.

Juan García Jiménez vino al mundo en una familia de lo más pobre, en una choza situada entre Puerto Real y Medina Sidonia, provincia de Cádiz. Quería, a sus trece años, ser misionero pero su abuela, "que no podía ver a los curas", le hizo desistir de esa idea. Entonces, con pocos estudios escolares, decidió ser torero, recorriendo capeas por los pueblos hasta que pudo vestirse de luces. El 29 de marzo de 1959 tomó la alternativa en Sevilla de manos de Antonio Ordóñez, siendo testigo Manolo Vázquez. Su toreo era "amanoletado"; es decir, de extraordinaria verticalidad. Valiente, de gran quietud ante sus enemigos. Así se labró una personalidad indiscutible, alternando con las grandes figuras de esa época. El cartel más repetido fue aquel en que se acartelaba con Diego Puerta y Paco Camino, circunstancia que proporcionó una frase chusca para quien invitaba a alguien a que se fuera de su presencia, así: "Puerta… Camino y "Mondeño". Este último, mote familiar con el que se había dado a conocer en los ruedos.

Críticos como Paco Aguado lo consideraban como un torero místico, quien recordaba esta curiosidad: su compañero y rival Paco Camino rodó una película titulada Fray Torero, justo un año después de que "Mondeño" ingresara precisamente en un convento. Antes, éste también intervino en un filme, La becerrada, de José María Forqué, donde alternó con Antonio Bienvenida y Fernando Fernán-Gómez en el papel de un despistado organizador del festival en ayuda a unas monjitas, que no llegó a celebrarse por la lluvia.

Juan García "Mondeño", que así se anunciaba en los carteles, llegó vestido de corto (esto es con traje campero y sombrero de ala ancha) al convento de los dominicos de Caleruega (Burgos), el 30 de agosto de 1964. Como en sus años de matador había ganado mucho dinero, dejó prácticamente todo él a sus familiares más cercanos. Ni qué decir que aquel día veraniego, a las puertas del convento se congregaron desde las cámaras del No-Do a un montón de reporteros gráficos y plumíferos, que dieron cuenta de aquel momento trascendental para la vida de un torero de fama. Permaneció un año en dicho convento y otro en León, vistiendo el sayal blanco de la Orden de Santo Domingo.

Sucedió que, finalizando el año 1965, "Mondeño" se cansó de aquella vida monástica y renunció a sus hábitos de dominico. Cuando llegó a su casa andaluza, sus familiares, toda vez que celebraron con abrazos su regreso, se negaron desde el primer momento a devolverle los millones que les había dejado. Penosa situación, por aquello de "quita, quita, lo que se da, no se quita". No sé si llegaron a un acuerdo para no dejarlo, monetariamente hablando, en pelotas. Mas el caso fue que hubo de reaparecer en los ruedos para así rehacer en lo posible su patrimonio. Pero tal retorno no fue lo fructífero que él anhelaba, toreando por última vez en la plaza de Elda el 20 de septiembre de 1969, aunque después intervino en un festival. Se dio la circunstancia de que en esa última época de su vida taurina fue apoderado por Lola Casado, creo que abogada de profesión, hija de un conocido taurino apodado "Fatigón", lo que fue noticia ya que en el ambiente profesional la mujer no estaba bien vista en el franquismo.

Lo que hizo tras su definitivo adiós a los toros "Mondeño" fue marcharse de España. Vivió en Alemania, en México y treinta años en París, que es donde desarrolló su nueva faceta en un negocio de coches de lujo, algunos de los cuáles los coleccionaba, a la vez que frecuentaba los mejores restaurantes de la capital francesa, como un destacado "gourmet". Tenía importantes amistades masculinas, alguna de carácter íntimo, pues nunca se le conocieron novias.

Y así, ya agotado un largo tiempo fuera de nuestro país, regresó hace cerca de un decenio, para instalarse primero en Mairena del Aljarafe y luego, ya para siempre, en una vivienda de Sanlúcar la Mayor que es donde le ha sorprendido la muerte.

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