
El veteranísimo presentador de Saber y ganar, Jordi Hurtado, permanece como tal desde febrero de 1997 hasta la actualidad, lo que significa que ha cumplido sus bodas de plata en ese cometido desde los estudios de Televisión Española en Barcelona, a punto dentro de unos días de alcanzar los veintiseis años animando ese concurso de la sobremesa, desde lunes a viernes. No hay muchos colegas suyos que le ganen con tanta permanencia, tal vez ninguno ahora. Nada que objetar por nuestra parte, puesto que este magnífico comunicador es muy eficaz en su trabajo y tiene la suerte de gozar de una salud de hierro, que le ha permitido no pedir la baja, salvo en una ocasión, por enfermedad alguna para cumplir con su obligación. Es un tipo sencillo, amable, con una memoria de elefante para aprenderse los guiones; no utiliza el pinganillo, ni el teleprónter, esa pantallita que sitúan ante un locutor con los textos impresos que debe leer. Jordi Hurtado "pasa" de ese aparato. Sonríe siempre, improvisa, cuenta chistes, echa mano de chascarrillos para dar confianza a los participantes y al mismo tiempo ser cómplice feliz con su numerosa audiencia. Lo contrataron sólo para cien programas, pero él sigue, sigue, sigue, como el anuncio de esas inmarchitables pilas. Incombustible. De lo único que ha cambiado ha sido de gafas.
Se ha dicho hasta la saciedad que Jordi Hurtado tiene el mismo físico de hace años, como si no tuviera necesidad de festejar aniversarios; cual si hubiera pactado con no sabemos quién, para ser sosias de aquel literario oersonaje de Oscar Wilde, Dorian Gray. En realidad vino al mundo hace sesenta y cinco años, en la localidad catalana de San Feliú de Llobregat, descendiente de inmigrantes andaluces y extremeños.
Pronto alcanzará Jordi los siete mil programas a sus espaldas pues no creemos que nadie, por ahora, se atreva a darle "la patada de Charlot". Ha repartido casi siete millones de euros en premios. Una especie de "rey mago de la tele", que parece haber inventado los concursos de preguntas y respuestas de temas culturales o de otra índole. Él no presume de nada y con buen humor acepta las bromas de amigos o desconocidos, que le han dedicado unos cuantos sobrenombres, de los que citamos un par de ellos.: "El zombie", y "El hombre de cera".
Podría decir aquello de "a mi plín, que yo gano un buen dinerín". Hemos sabido que se embolsa al año medio millón de euros. Calculen la media mensual de sus ingresos. A los que habría que sumar otros, porque es actor de doblaje: fue quien prestó su voz al Epi de Barrio Sésamo. Hizo también "un cameo" en la serie El Ministerio del Tiempo, lo que dada su personalidad y dar la impresión de no haber envejecido, le venía de perilla, aunque no la lleve, claro. La verdad es que hay presentadores que ganan mucho más, pero en programas de menos duración. Él viene a ser como un fijo de la "tele", una especie de funcionario que no teme que prescindan de él, y que aun cuando esté en la frontera de su jubilación continúa al pie del cañón. Lo envidio. Y si me permiten un chiste malo, cuanta "pasta" se lleva hace honor al título de su inmarchitable programa: "Saber ganar".
Tiene a una inteligente esposa, Rosa Palau, que es su mánager. Siempre son las mujeres quienes suelen administrar nuestros sueldos. Y Rosa lleva muy bien las cuentas de su marido a través de la empresa común, "Misola Productions S.L". Treinta son los años que están casados. Viven cerca de Collserola, en el municipio de Molins del Rey. Padres de tres hijos, Mireya, Laia (Licenciada en Biología) y Jordi, que trabaja en televisión junto a su progenitor. Familia muy unida.