
Barbra Streisand ha publicado un libro de memorias recientemente con el título My name is Barbra. Casi mil páginas. Comenzó a escribirlas hace una decena de años, después de que un día Jacqueline, la viuda de J.F. Kennedy y luego de Aristóteles Onassis, se convirtiera en directora de un importante sello editorial neoyorquino. Le costó a Barbra ir contando su vida, la profesional y la íntima. Pasamos por alto la primera, aunque incluyamos algún apunte, para centrarlos en la personal. Ha tenido dos matrimonios, un hijo, y una treintena de amantes con famosos galanes del cine.
Barbra Streisand ha sido toda su vida una mujer empeñada en no dejarse amilanar por nadie, mantenerse firme en sus ideas y proyectos y no dejarse jamás avasallar. Comenzó a demostrarlo cuando, llamándose Bárbara Joan, optó por alterar el primero de su doble nombre, para ser conocida como Barbra. Hija de un matrimonio judío y nacida en Brooklyn, Nueva York, en abril de hace ahora ochenta y un años. Su padre, profesor de Literatura, falleció a los treinta y cinco años, contando ella sólo quince meses, a consecuencia de una hemorragia cerebral; también se ha dicho que lo fue por un error médico tras sufrir un ataque epiléptico. La madre se casó de nuevo, Barbra no se llevó bien con su padrastro, fue educada por unos abuelos y nunca recibió apoyos maternales para dedicarse a cantar y ser actriz; antes al contrario, la insultaba diciéndole que su fealdad no iría a parte alguna que llamara la atención de la gente, a no ser por su deformada y grande narizota. Aún así, nunca quiso operarse en la creencia de que el talento de una artista no puede tener como impedimento, en su caso, esa parte de su cara. "A veces sentía que mi nariz obtenía más prensa que yo misma".
Se instaló, como pudo, en Broadway, a los catorce años, con el sueño de alcanzar algún día el estrellato en ese centro artístico, donde se hallan los mayores escenarios del espectáculo mundial. Claro que para sobrevivir hubo de aceptar empleos como el de acomodadora de un teatro. Comenzó a cantar donde podía, en el barrio bohemio de Nueva York, Greenwich Village, en cutres locales que le sirvieron para ir adquiriendo familiaridad con sus oyentes. Iba a sesiones de pruebas con la ilusión de tomar parte en algún musical, o comedia. En esos intentos primerizos coincidió con el ya mujeriego Warren Beatty, que la llevó a su refugio amoroso. Sería uno de los siguientes galanes importantes con quienes tuvo relaciones íntimas, lo que se acrecentó a partir de mediados los años 60 cuando ella inició su escalada teatral como había deseado, en pleno Broadway, con el musical Funny Girl, que después le sirvió para llevarlo a la pantalla. Su galán cinematográfico, el egipcio Omar Sharif, supo conquistarla en la película y en la vida real. Con quien no se entendió en el escenario donde estrenó dicha pieza fue con el hijo de "Charlot", Sidney Chaplin, cuya grosera manera de tratarla fue motivo del continuo enfado de ella mientras trabajaron juntos. Zafio y siniestro actor que si tuvo contratos en buena parte sería por el apellido que llevaba.
La aparición del actor Elliott Gould en su vida fue decisiva para aportarle el equilibrio emocional que buscaba. Ambos eran judíos, él dotado de un gran sentido del humor, como yo mismo comprobé cuando conversé mano a mano en una visita a Madrid. Tuvieron un hijo, Jason, la única vez que Barbra Streisand fue madre. Ese periodo de felicidad transcurrió entre 1963 y 1971.
La ruptura de la pareja supuso para ella una gran decepción. Elliot no llevaba una existencia precisamente modelo, entre borracheras e infidelidades. Si hubo pasión entre ambos, Barbra admite que fue por poco tiempo, tras aquella boda exprés en el estado de Nevada. Los otros hombre que luego fueron llegando hasta Barbra resultaron ser sus propios compañeros de cine, como Ryan O´Neal, fallecido recientemente, con quien rodó dos películas: ¿Qué me pasa, doctor? la más destacada. Con Don Johnson, en plena popularidad por la serie Miami Vice, fue consciente de que se acostaba con un "sex-symbol" de entonces, pero que no le iba a durar mucho. Lo mismo le sucedió con Jon Voigh, Steve McQueen, el mismísimo Elvis Presley, y algunos otros. Kris Kristofferson, su galán en Ha nacido una estrella, la llevó al séptimo cielo mientras compartían apasionadas veladas. En general, amores con fecha de caducidad. Marlon Brando, que había sido uno de sus ídolos siendo ella jovencita, palpó la espalda desnuda de Barbra en una fiesta, ella se volvió sorprendida y él le dijo que con aquel vestido que dejaba al aire esa parte de su cuerpo, lo más indicado era que la acariciara. De pronto, Marlon, le propuso irse a la cama: "¿Quieres f… conmigo?" Barbra, sonrió, puede que halagada. La cosa acabó de manera romántica, aunque ella asegura que no llegaron al éxtasis final que él deseaba. Años más tarde, fue a visitarla y no podía bajar del coche por su extrema obesidad; tan gordo estaba que Barbra hubo de sacar fuerzas de no sabía donde, hasta lograr que se pusiera en pie a las puertas de su casa. Un amor nunca consumado.
Se habla de otras amistades de Barbra Streisand más o menos íntimas, pero nunca contrastadas como amantes, que fue el caso del tenista Agassi. Quizás sí con el coreógrafo Jerome Robbins. Anecdótica la historia que protagonizó con el primer ministro canadiense Pierre Trudeau, del que alababa su inteligencia, pero afirmando que eso no era suficiente para que en el lecho le resultara arrebatador. Curiosa fue su unión con su peluquero Jon Peters, con quien compartió nueve años desde 1973. Le influyó él bastante. Entre 1983 y 1987 tuvo de amante a un tal Richard Baskin. Todos ellos, más otros amores superficiales, no significaron lo suficiente para que la gran cantante y actriz se sintiera verdaderamente dichosa como mujer. Sí que profesionalmente estaba segura de sí misma, contenta de sus trabajos, aunque muy exigente, y de la evolución que siempre fue demostrando en ambas facetas artísticas, complementadas con la de directora y productora, lo que sucedió con su debut en tales funciones en Yentl, donde su personaje era el de una jovencita que por azares de su condición judía, hubo de fingir ser mujer. A ese y otros éxitos cinematográficos, se acumulaban los de sus discos, con canciones que son historia en el mundo del espectáculo norteamericano y en el del pop melódico: baladas, melodías donde Barbra impresionaba con su expresiva voz, de muy elevada tesitura: "The way We Were", "Evergreen", "People", "Women in love", "Memory", auténticos números 1 en las listas de medio mundo.
Le importaba mucho la educación de su hijo, que también se ha dedicado al cine como actor. Los conciertos, las grabaciones de sus discos, las giras; lamentablemente, que recordemos, nunca pisó un escenario español). Llenaban su tiempo, en tanto su corazón se había endurecido. Hasta que lo despertó el galán cinematográfico James Brolin, con el que lleva casada desde 1998, sin ningún problema, que se sepa, entre ellos. Lo que resulta anecdótico es que los dos maridos de Barbra (Gould y Brolin) trabajaron juntos en la película "Capricornio Uno".
Barbra Streisand se ha desentendido ya del cine, declarando que no cree vuelva a situarse ante una cámara, tras una filmografía de diecinueve títulos; sí desde luego en retransmisiones de sus futuros conciertos, o en alguna esporádica serie televisiva. La última de sus películas está fechada en 2012, "The Guilt Trip". En cambio, sus actuaciones en directo cantando, no las desecha, aunque la última fuera en 2017, con la gira "Barbra: The Music". Luego vino la pandemia y por ahora no ha reemprendido ninguna más. Sí quiere el año próximo grabar nuevas canciones. De cuantas estrellas he conocido del mundo del espectáculo, considerándola extraordinaria intérprete de canciones y menos como actriz, aun no restándole méritos en algunos filmes, Barbra Streisand es para mí una de las más grandes que han dado los Estados Unidos. Inolvidable mi encuentro con ella en el hotel Ritz, de París, a finales de los años 80. Me cautivó su buen humor. "Julio Iglesias quiere hacer un dúo contigo…". "Sí, ya lo sé…", concedió en su respuesta. Ha pasado el tiempo y es, que uno sepa, la única mujer que se le ha resistido a nuestro buen amigo para unir sus voces. Barbra Streisand siempre ha brillado con luz propia y nadie, por el momento, la ha superado en el estilo y géneros que cultiva desde hace más de medio siglo.

