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Mario Conde deja a su novia en Sevilla y se va a estudiar a Edimburgo

Mario Conde reside ahora en Edimburgo, lo que deja en un lugar un tanto confuso a su pareja Adriana Torres.

Mario Conde reside ahora en Edimburgo, lo que deja en un lugar un tanto confuso a su pareja Adriana Torres.
Mario Conde y Adriana Torres. | Archivo

Hacía algún tiempo que nada se sabía sobre Mario Conde, que en el pasado fuera personaje habitual de los medios de comunicación por sus problemas con Hacienda que lo llevaron a la cárcel. Su vida sentimental ha sido, desde la muerte de su primera esposa, comparable a un tobogán, con subidas y bajadas: un divorcio, una relación frustrada y otra en el presente cuyo final está en el aire. Porque ha roto, de momento, con su última novia, dejándola en Sevilla en tanto él se ha marchado a vivir temporalmente a Escocia, con fines no del todo comprensibles, aunque él insiste en que era necesario que se alejara de España, a un lugar tranquilo, donde nadie lo conoce.

La sorpresa de ese viaje a Edimburgo ha sido desvelada por una revista cultural de la que es copropietario y mentor el académico Arturo Pérez-Reverte, Zenda, donde aparece una entrevista con el exbanquero. ¿Eligió éste el medio para dar a conocer su estancia en tierras escocesas? ¿O simplemente fue allí descubierto y accedió a unas declaraciones? En todo caso ese medio que se ocupa de la actualidad literaria y artística ha proporcionado en esa información periodística nada frívola el pensamiento actual de Mario Conde. Habrá que admitir que su vida no deja de ser un punto errática.

Antes de esa determinación de irse a vivir a Edimburgo, Mario quiso someterse a unas pruebas de ADN. Ignoramos cuándo se las hizo, pero tras esos análisis llegó al convencimiento que tiene un treinta por ciento de sangre escocesa. No me piden que les aclare cómo puede llegarse a semejante resultado, pues lo ignoro.. Bien que uno tenga sangre diferente a la de nuestros más recientes antepasados. Pero ¿saber que ese porcentaje es de un determinado país, ajeno al propio? Mario Conde cree firmemente lo de esos ancestros escoceses. Siendo gallego, tal vez por la vía céltica pudiera llevar toda la razón.

El caso es que se ha instalado en un céntrico hotel de Edimburgo. Y allí se dedica a estudiar historia, sociología y otras materias que puedan ilustrarlo sobre la cultura escocesa. Pasea a diario varios kilómetros. Le encanta que en Edimburgo el tráfico no sea el mismo que en España. Frecuenta algunos bares y cafés. Y aunque a veces ha sido reconocido por turistas españoles, procura en esas circunstancias alejarse de ellos. Si nos preguntamos por qué se ha marchado seis meses a esa capital escocesa, la respuesta de Mario Conde, es ésta: "Para saber quién soy".

Mario Conde en esa entrevista de Zenda como otras del pasado en diferentes medios, da siempre la impresión de estar preocupado por cuestiones metafísicas que nos lleva a lo de siempre de la condición humana: ¿Qué hago aquí en este mundo, adónde voy, cuál es mi identidad…? Y así sucesivamente. Soliloquio que no es precisamente adecuado para desentrañarlo aquí. Máxime tratándose de un hombre sin duda muy inteligente, pero también soberbio, en su día obsesionado por el dinero y el poder, cuando aun siendo abogado del Estado su patrimonio era escaso. Llegó a ser multimillonario, presidente de Banesto. Y pretendió antes de su fracaso ser Presidente del Gobierno. Su caída y el viaje a los infiernos le impedirían ese último deseo.

Cuando se casó por primera vez llevaba una existencia más tranquila como abogado del Estado en Toledo. Había conocido en una playa de Vigo a la que convertiría en su mujer, Lourdes Arroyo, hija de un empresario inmobiliario, de buena familia, clase media alta. Se casaron en Illescas. Tuvieron dos hijos, Alejandra y Mario. Ya asentada esa familia fue cuando Mario entabló amistad con el banquero Juan Abelló. Y de ella surgió la nueva vida del abogado gallego, al disponer de una empresa farmacéutica que vendieron a otra italiana por una millonada. Abelló dejó de ser su socio y Mario emprendió su imparable carrera hasta ser uno de los hombres más envidiados de España. Triunfador en su vida profesional. Pero el destino le preparaba una terrible situación: Lourdes, su gran amor, su apoyo constante, fallecía víctima de cáncer, a la edad de cincuenta y dos años, el 13 de octubre de 2007, tras treinta y cuatro años de felicidad.

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Mario Conde | Archivo

Su vida sentimental una vez viudo estuvo presidida por la soledad, que él quiso vencer con sus proyectos profesionales. La cárcel le hizo reflexionar. Aparentemente estable en sus pensamientos íntimos quiso rehacer de nuevo su vida en pareja y se casó con una profesora de Derecho, María Pérez-Ugena Coromiras el año 2010. Duraron seis años. Ella tuvo un pasado amoroso complicado, residiendo en California. Convivió con su amante y fue madre de dos hijos por gestación subrogada. Regresó a Almería. Mario Conde le subyugó entonces. La nueva pasión de Conde lo convirtió en un hombre seductor con todo el mundo. El empresario que iba a renacer de sus supuestas cenizas. No era eso que creían muchos. Tenía suficiente dinero y patrimonio en alguna parte. Su ambición no desapareció nunca. Había adquirido un castillo gallego donde iba con su mujer los fines de semana. Allí maduraba todos los proyectos que le venían a la cabeza. Como los de fundar un partido político. Le costó perder unos cuantos millones en ese sueño, sin resultado positivo. Un fiasco como político.

Poco a poco su vida matrimonial fue deslizándose por una pendiente que acabaría en divorcio. Como jurista sabía cómo jugar sus cartas. Y al final, para llegar a un acuerdo rápido y razonable con su ex, digamos que la indemnizó generosamente. Se dice que con un talón bancario por importe de sesenta mil euros.

De nuevo soltero no dejó de tener más líos con la justicia. Hacienda no se olvidó nunca de él. Tuvo otra novia que le duró poco, Pilar Marín, de cuarenta y cinco años. Mario no era partidario de liarse con ninguna jovencita. Tampoco funcionó aquella pareja.

Sería en 2020 cuando entabló amistad con una pintora, perteneciente a la aristocracia andaluza, Adriana Torres Silva, marquesa de Casa Mendaro. Todo fue bien entre ellos. La marquesa ya había estado casada anteriormente con el empresario Felipe del Cuvillo, padres de tres hijas. Se habló de que Mario y ella podrían contraer matrimonio en cualquier momento. Lo que hasta la fecha no ha sucedido. La inesperada travesía de Mario Conde hasta Edimburgo ha dejado a Adriana Torres en una situación un tanto confusa, que medita en su finca de Utrera. ¿Han roto definitivamente?. El caso es que se asegura que ella le hizo una visita no hace mucho a la capital escocesa. ¿Acaso para aclarar cuál será el futuro de la pareja? Eso es lo que creemos. Mario no acaba de consolidar con ninguna mujer en los últimos años. ¿Culpa de ellas, de él? El destino que no acaba de descifrar tan complicado personaje, tan preocupado con su ayer como por su futuro. ¿Por qué le ocurrirán a él esas incógnitas para las que no encuentra, al parecer, respuestas evidentes? Entre ocultos pensamientos transcurre su existencia. De lo único en que está seguro es que jamás emprenderá negocio alguno. Le han proporcionado muchos dolores de cabeza, pese a sus millones.

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