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Caballero sin caballo y un partido en la alfombra roja

La historia comienza en una de esas oficinas compartidas donde las ideas flotan y el café se convierte en el oro negro que mantiene a todos en marcha.

La historia comienza en una de esas oficinas compartidas donde las ideas flotan y el café se convierte en el oro negro que mantiene a todos en marcha.
Karla Sofía Gascón. | Gtres

La historia comienza en una de esas oficinas compartidas donde las ideas flotan y el café se convierte en el oro negro que mantiene a todos en marcha. Marco, mi compañero, buscaba una máquina de café perdida cuando solté, sin pensar demasiado, "la cafetera está donde el caballero". Lo que no esperaba era que alguien tomara la frase como propia. Un chico -que debía de rondar la edad de Cristo en su mejor momento- se giró y, con gesto de sorpresa, preguntó: "¿Caballero?". Sin perder el ritmo, le respondí con la naturalidad de quien lanza un pase perfecto en el último minuto: "Caballero sin caballo".

Para mi sorpresa, él no se quedó atrás y contraatacó con un taconazo: "Tengo el caballo en la puerta". Aunque, siendo realistas, lo más probable es que su 'caballo' fuera un patinete eléctrico o, en el mejor de los casos, un VTC esperando en doble fila. Pero en los tiempos que corren, un poco de mística no viene mal. Y ahí, en un instante, la escena se cerró con un diálogo digno de una comedia romántica moderna.

Ligar en tiempos de like y match. En la era donde las relaciones empiezan con un swipe a la derecha, le dije a Marco que necesitaba que cumpliera una misión. "Ana Wintour pedía el manuscrito de la nueva entrega de Harry Potter, tú solo tienes que dejarle mi móvil antes de que se vaya". Y cumplió. Como buen asistente en el campo, dejó el post-it con mi número.

Horas después, hubo mensaje del caballero con caballo. Un texto sencillo, pero con un guiño al storytelling que tanto me gusta: "Leí en WhatsApp .. Totalmente 'fearless' la historia". Luego, añadió que quizá debería pedir consejos a sus compañeros del coworking, a lo que le respondí que prefería otros árbitros.

Porque, al final, todo gira en torno al espectáculo, ya sea en una oficina compartida, en el juego del amor o en la alfombra roja más mediática del mundo. Quizás Martín (o como quiera llamarse esta vez) habría opinado algo al respecto, pero en estos tiempos hasta los caballeros sin caballo tienen voz propia. Aquí es donde entramos en la parte crucial de los Oscars, la moda y el amor en la era digital. La importancia de la historia. Porque, como en la alfombra roja, no siempre se trata de ganar el premio, sino de cómo juegas la partida. En los Oscars del lunes, el mejor vestido no será el que tenga más glamour, sino el que lleve el mensaje más contundente. En el amor, no siempre gana el que hace gol, sino el que sabe cómo construir la jugada.

Y en una era donde las historias de amor empiezan con un emoji de fuego en Instagram o con un "Superlike" en Tinder, a veces el mayor acto de rebeldía es simplemente empezar una historia como antes: con una frase lanzada al aire y la valentía de ver qué pasa. Porque, en el fondo, todo es cuestión de narrativa.

Y sí, hablo de los Oscars porque son este lunes. Y como cada año, se espera que las estrellas no solo deslumbren con sus atuendos, sino con los discursos que marcarán la conversación mediática. ¿Será la moda la verdadera protagonista o quedará eclipsada por los mensajes políticos? ¿Habrá algún momento icónico digno de pasar a la historia o veremos solo una sucesión de declaraciones prefabricadas? ¿Nos sorprenderá alguien con un look que hablará más que el propio premiado o veremos la consagración de lo obvio?

Quizás el mayor suspense estará en si Karla Sofía Gascón, en su intento por desafiar el status quo, optará por un vestido de encaje o una armadura de gladiador. Al final, tanto en la alfombra roja como en el amor, todo depende de cómo se juegue la partida.

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