
A la emergente directora catalana Carla Simón, una de las últimas excelentes realizadoras cinematográficas, le interesó desde su adolescencia conocer los pormenores de su familia: dramáticos. Porque sus padres eran drogadictos y murieron a causa del sida. Y ella no se enteró de ese pasado hasta cumplir los doce años.
Cuando Carla Simón Pipó (Barcelona, 1986) se convirtió en cineasta profesional introdujo en los guiones de dos de sus películas, en catalán Estíu y Alcarràs, historias relacionadas con su desgraciada familia. Y ahora, como cierre de la trilogía, estrena Romería donde el argumento, con pasajes también ficticios, se basa fundamentalmente en ese drama de sus progenitores, que como puede suponerse, le ha afectado mucho en su vida.
La inteligente directora, que con Alcarràs logró el Oso de Oro en 2022 en la Berlinale, y en dos ocasiones estuvo nominada por la Academia de Cine Español a los Óscar (sin suerte para competir luego por la estatuilla), resulta que ya en el último Festival de Cannes dio a conocer esta tercera cinta tan autobiográfica. Se dio la circunstancia de que acudió al certamen galo embarazada de ocho meses de su primera hija. Y en este verano, hace un mes, le ha nacido la segunda, coincidiendo con la promoción que viene haciendo de Romería. Eligió este título sabiendo que su madre era muy devota de la Virgen del Rocío, y acudió más de una vez a rezarle a la Blanca Paloma.
¿Quiénes eran los progenitores de Carla Simón que están presentes en su memoria y en las imágenes de sus películas? Su padre era de Vigo. No llegó a conocerlo. Ha rastreado Carla entre lejanos familiares para saber algo de él, pero fundamentalmente lo único que sacó en claro es que era un drogadicto y que murió tres años antes que su mujer, también adicta a toda clase de sustancias tóxicas. De ésta sí que tenía un vago recuerdo. Lo trasladó en Estíu, su primer largometraje.
Con esos amargos antecedentes familiares, Carla Simón comenta: "Era fundamental filmar lo que hicieron con sus vidas pinchándose heroína. Unas imágenes muy duras, sórdidas". Su madre falleció también de sida como su esposo tres años después. Seis contaba entonces Carla, quien a tan corta edad ignoraba todo ese angustioso drama, del que se enteraría ya siendo adolescente. Cuando se quedó huérfana, se hicieron cargo de ella unos tíos maternos, que la adoptaron.
Sin duda, atormentada desde entonces, Carla Simón fue poco a poco conociendo a través de lo que les contaban aquellos cuanto sabían de sus padres, en un proceso de búsqueda familiar que no le resultaba fácil de sobrellevar. Los imaginaba sufriendo con el mono de los que desesperadamente buscan la heroína para pincharse, que es lo que al final, insistimos, Carla se ha atrevido a plasmar en Romería. En esas averiguaciones para obtener algún detalle positivo, le dijeron que sus padres se querían mucho, y que su matrimonio, a pesar de sus circunstancias, fue sólido.
La vida particular de la muy sensible Carla Simón tiene un contraste: si bien ha querido, como estamos contando, desde hace bastante tiempo llevar a la pantalla tan triste historia familiar, en cambio se muestra siempre cerrada a los periodistas, si tratamos de indagar acerca de su vida íntima. Lo único que hemos podido conseguir es el nombre de su pareja, Manel, sin otros datos acerca, por ejemplo, de a qué se dedica. Ella ha dicho que él la ha ayudado en tareas de promoción de sus películas, sin añadir nada más. Todo eso recalcando únicamente que estos días tan intensos para ella en la promoción de Romería ha de ocuparse de su reciente segunda hija, que apenas cuenta cuatro semanas de existencia.


