Anita Matamoros y Anna Padilla sorprendidas con el secreto de las auroras boreales: "Cuando me enteré flipé"
Las influencers han viajado a Islandia y están viviendo grandes experiencias.
Anna Padilla y Anita Matamoros han viajado juntas a Islandia para disfrutar de unas vacaciones entre amigas, donde han descubierto de cerca el mágico secreto del espectáculo de las deseadas auroras boreales.
La aventura comenzó con un contratiempo cuando su avión estaba a punto de llegar a la isla, tuvieron que regresar a Frankfurt debido a un fuerte temporal. Esto obligó a las dos viajeras a pasar la noche en Alemania antes de retomar el vuelo y continuar con su esperado viaje islandés.
Fue Anna Padilla la que confirmó su llegada al destino con una imagen propia del país con auroras boreales. Anita Matamoros mostró el detrás de cámaras con un vídeo en el que se mostraba sorprendida al salir por la puerta. De fondo se escuchaba la voz de Anna Padilla: "Tú no lo entiendes, pero haz una foto y lo vas a entender".
Pronto desvelaban el secreto oculto para muchos que sueñan con ver este espectáculo: "Con el flash, en persona no se ve verde", decía Padilla a su amiga. "En persona se ve blanco, pero con el flash se ve verde", explicaba.
En la publicación Anita aseguraba este hecho. "¿Sabéis que solo se ve verde en el móvil?", escribía en una historia Anita. "En persona son como luces blancas", resolvía certificando la explicación de su amiga. "Yo cuando me enteré flipé", comentó la influencer.
El sentido del color de las auroras boreales
Las auroras boreales, uno de los espectáculos naturales más fascinantes del planeta, suelen mostrarse en fotografías con una sorprendente gama de colores verdes, rojos, azules y púrpuras. Sin embargo, la realidad para el ojo humano es distinta, a menudo, estas luces aparecen como destellos blanquecinos o grisáceos en el cielo nocturno.
La diferencia se debe a la sensibilidad de la visión humana frente a la de las cámaras. Nuestros ojos, especialmente en condiciones de poca luz, no distinguen bien los colores, por lo que las auroras solo se perciben con tonalidades vibrantes cuando son muy intensas o cuando la contaminación lumínica es mínima. Las cámaras, en cambio, gracias a su capacidad de captar más luz, registran los matices reales que surgen de la interacción entre partículas solares y gases atmosféricos.
El color verde es el más común y se origina por la colisión de partículas solares con átomos de oxígeno a altitudes de entre 100 y 300 kilómetros. El rojo, menos frecuente, aparece cuando esas colisiones ocurren por encima de los 300 kilómetros. Los tonos azules y púrpuras, asociados al nitrógeno, son aún más difíciles de observar, ya que se producen a mayores altitudes y con menor intensidad.
El color y la intensidad de una aurora dependen de la actividad solar y de la altura a la que tienen lugar las colisiones atmosféricas. Cuanto más intensa es la actividad del Sol, más brillantes y variados son los colores que se pueden captar.
En resumen, mientras que las cámaras revelan todo el espectro de la danza luminosa del cielo, nuestros ojos solo perciben una versión más tenue, pero igualmente mágica, de uno de los fenómenos naturales más asombrosos de la Tierra.
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