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El turismo después del coronavirus

Ojalá esta crisis nos permita encontrar maneras de movernos y viajar más sostenibles y coherentes.

Ojalá esta crisis nos permita encontrar maneras de movernos y viajar más sostenibles y coherentes.
El turismo después del coronavirus | Pixabay

Bendito coronavirus. Puede parecer una afirmación escandalosa a primera vista, habida cuenta de la cantidad de víctimas que el virus se ha llevado por delante y de sus devastadores efectos económicos y psicológicos en un gran número de ciudadanos. Sin embargo, para muchos otros la pandemia llega como una llamada de atención sobre algunos de nuestros comportamientos y nuestros excesos, y como un recordatorio de algunas de nuestras asignaturas pendientes. Para ellos, efectivamente, bendito coronavirus.

Bendito y también maldito coronavirus porque, como todo, trae sus ventajas y sus inconvenientes, sus retos y sus oportunidades. Los estragos que ha provocado este virus sin duda dejarán huella en la sociedad durante algún tiempo, como ya lo hicieran antes otros hechos de relevancia mundial como ataques terroristas, crisis económicas o guerras. Pero sus efectos positivos, como aquellos relacionados con el medio ambiente, la ética, la responsabilidad y la solidaridad empresarial y ciudadana, o la incitación a la reflexión que ha provocado en multitud de personas la actual situación, tampoco caerán en saco roto y, previsiblemente, influenciarán nuestra manera de actuar en adelante. Eso al menos durante un tiempo, ya que el ser humano y su extraordinaria capacidad de olvidar, antes o después, colocará la actualidad, y todo lo que acarrea, entre la bruma del pasado.

Sin embargo, no cabe duda que la influencia de la pandemia y los nuevos escenarios que, ya a día de hoy, está planteando, nos acompañará durante al menos unos cuantos meses (sino años). Uno de los principales beneficiados de toda esta crisis ha sido, como decíamos, el planeta, al que se le ha permitido un respiro que llevaba décadas pidiendo. La reducción del tráfico marítimo, terrestre y aéreo, ha provocado una drástica reducción del consumo de combustibles fósiles y de la contaminación. La ralentización del ritmo en las ciudades ha dado un impulso a la naturaleza que ha afectado incluso a los propios entornos urbanos. Allí el canto de los pájaros y el ruido del viento en las numerosas especies vegetativas que han crecido con especial vigor a lo largo de esta primavera han sido la sorprendente nota dominante en numerosas urbes durante las semanas de confinamiento.

Pero la naturaleza no ha sido la única que ha sacado tajada, algunos de los efectos que han traído aparejadas cuestiones como la restricción de la movilidad y la disminución de los traslados (que, por otra parte, todo sea dicho, estaban adquiriendo un punto de desenfreno y compulsión en los últimos tiempos que los hacían innecesarios, incoherentes e insostenibles), han mejorado la situación de otros colectivos y sectores. Los tan olvidados entornos rurales, por ejemplo, han logrado un repunte en el número de consultas inmobiliarias sin precedentes durante este periodo. La situación allí, al fin y al cabo, no es, o no ha sido, tan crítica como en las ciudades. Por otro lado, los vecinos de numerosos barrios céntricos de esas grandes ciudades, hasta hace poco inundados por hordas de turistas que impulsaban al alza los precios de comercios y alojamientos y alteraban el entorno provocando que la autenticidad de esas zonas se fuera diluyendo en una homogeneización que iba progresivamente convirtiendo el corazón de las ciudades en poco menos que parques temáticos destinados al ocio extranjero, respiran ahora aliviados viendo que la vida de barrio, aunque sea durante un tiempo, vuelve a su esencia.

Por supuesto, nadie puede poner en duda que la situación es un drama para muchos trabajadores y empresarios de sectores como el de la hostelería o la restauración que, gracias a su labor, contribuyen a un amplio porcentaje de la riqueza de nuestro país. Tanto ellos como las aerolíneas, los museos u otros lugares de interés con gran afluencia de público tendrán que adaptarse a una situación que se presenta muy distinta a lo que hemos conocido hasta ahora.

Los pormenores de la etapa posterior a la covid19 estarán marcados —en este y otros sectores— por el nivel de impacto socioeconómico y psicológico que finalmente provoque la pandemia. En cualquier caso, parece claro que las medidas de higiene y la precaución con respecto al distanciamiento marcarán las nuevas dinámicas. Tanto consumidores como oferentes de servicios deberán acostumbrarse a la aparición en los establecimientos de protocolos de higiene exhaustivos, y a elementos de desinfección como dosificadores de jabón, mamparas protectoras o purificadores de aire. También serán comunes las pruebas médicas o el uso de termómetros para identificar a posibles infectados. Además, los aforos de restaurantes, hoteles, cruceros y aviones se verán reducidos como medida para reducir la interacción y mantener las distancias de seguridad recomendadas. La reducción de los márgenes de beneficio de los operadores turísticos y las empresas de transporte regional e internacional será inevitable a causa de la caída de los precios que previsiblemente traerá consigo el recelo de viajar de muchos ciudadanos. Pero contrastará con el previsible aumento de la actividad en los alquileres vacacionales y otros negocios de turismo rural y de proximidad, en las empresas de alquiler de caravanas y motorhomes, o en los parques protegidos y entornos naturales gestionados. La gente, sin duda, tendrá necesidad de salir, pero seguramente ya no querrá ir tan lejos.

El auge de estos nuevos sectores seguramente ha de ir unido con soluciones de movilidad y conectividad que permita el acceso al teletrabajo para aquellos clientes que no puedan dejar de estar conectados.

Ojalá esta crisis nos permita encontrar maneras de movernos y viajar más sostenibles y coherentes, y un sector tan importante como el del turismo consiga encontrar las vías de asimilar las nuevas necesidades y responder a los nuevos retos de manera responsable y generosa. Solo así podrán asegurar el futuro de su actividad y permitir que sus clientes disfruten de sus viajes sin poner en riesgo su salud ni la del ecosistema.

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