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¿De dónde sale la tradición de comer rosquillas en San Isidro?

San Isidro se celebra cada año en Madrid el 15 de mayo y siempre se cumple con la tradición: pradera, chotis y rosquillas. ¿De dónde salen?

San Isidro se celebra cada año en Madrid el 15 de mayo y siempre se cumple con la tradición: pradera, chotis y rosquillas. ¿De dónde salen?
Rosquillas del santo | Flickr/CC/Rosapolis

El día 15 de mayo, Madrid celebra la fiesta de su Patrón, San Isidro Labrador. Chulapas y chulapos, claveles y mantones de Manila pueblan las calles de la capital a ritmo de chotis en su día grande. Y, ¿Cómo no? También existe una tradición gastronómica muy arraigada: la de comer rosquillas y beber limonada.

Pero, ¿De dónde surge la tradición de las rosquillas? El origen de las rosquillas del santo se remonta al antiguo Imperio Romano, época en la que su elaboración se extendió a buena parte de Europa y de la cuenca mediterránea. Si en Madrid es todo un clásico comerlas durante las fiestas de San Isidro tal vez sea ‘culpa’ de la Tía Javiera, personaje que puede que existiera, puede que no, pero que hoy forma parte del imaginario popular madrileño.

¿Por qué es tan importante la Tía Javiera? Dicen que procedía de Fuenlabrada o de Villarejo de Salvanés, pueblos ambos con gran tradición rosquillera. Hasta Madrid venía, allá por el siglo XIX, a vender sus dulces con motivo de la romería que ya entonces se celebraba en la pradera de San Isidro en honor al patrón de la ciudad. Parece ser que las suyas eran las mejores: no llevaban azúcar en la masa, sino aguardiente, y estaban empapadas en un jarabe que dejaba secar para atarlas mas tarde con una guita (cuerda delgada de cáñamo).

Las cuatro variedades de rosquilla, en realidad, se elaboran a partir de una base similar que lleva huevos, azúcar, un buen aceite de oliva suave, harina y anís. La diferencia reside en la cobertura que se añade a cada una de ellas.

  • Las rosquillas tontas son, quizá, las más sencillas. Tienen un sabor anisado y se bañan con un poco de huevo.
  • Por su parte, las rosquillas listas llevan un glaseado por encima elaborado con claras de huevo y azúcar glass.
  • Las rosquillas de Santa Clara están cubiertas de un merengue seco de color blanco. Se cuenta que fue una variedad que comenzaron a elaborar las monjas Clarisas, quienes las vendían en el convento para recaudar dinero para la orden.
  • Por último, las rosquillas francesas llevan una cobertura elaborada con almendra picada y azúcar. Parece ser que a Doña Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, no le gustaban demasiado las rosquillas tontas porque las encontraba muy simples, así que pidió a su cocinero de la Corte que le preparase una versión un poco diferente para animarlas.

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