El caso de Lola, de Canarias, sólo puede ser calificado como de pesadilla, como el de muchos niños que comienzan a manifestar síntomas de transexualidad muy jóvenes y se ven en la disyuntiva de decidir -ellos o sus padres- qué es lo que quieren ser, pese a su temprana edad.
Tal y como contaron Ayanta Barilli y Eva Guillamón en el Informativo Ardiente de Es Sexo, en el caso de Lola su pediatra recomendó a su familia que usara bloqueadores hormonales para inhibir a su cerebro de producir hormonas sexuales y tratar de retrasar su síntomas.
Los inhibidores evitan que la transexualidad se desarrolle durante la etapa adolescente del individuo. Lola, como tantos otros afectados, se comportaba como una chica pero tenía que vestir como un chico. El centro de salud público recomendó a sus padres el uso de este método. Pero ella tuvo que comprender que era transexual a los 11 años, con el sufrimiento, ansiedad y alteraciones de autoestima que ello puede conllevar en alguien que todavía está en la escuela.
La idea de los inhibidores es paralizar el desarrollo hasta que el menor tenga la edad necesaria para decidir qué quiere ser, si comenzar un tratamiento hormonal severo y definitivo o no hacerlo y dejar que la naturaleza siga su curso.
La normativa nacional, sin embargo, no ayuda. Cambia de un territorio a otro ya que Sanidad considera que es potestad de las autonomías, y hace que la ayuda médica pueda ser diferente de una comunicad autónoma a otra, si es que llega, tras informes pediátricos y también de un endocrino, entre otros especialistas. En algunas comunidades ni siquiera se contempla o sufraga, explicaron en Es Sexo -según un artículo publicado en El País-.
Los inhibidores comenzaron a usarse en España hace cinco años, aproximadamente, y su efecto es reversible, de modo que si pacientes como Lola dejaran de tomarlos su cuerpo desarrollaría caracteres más marcadamente masculinos de manera natural.