Lo de convertirte en una princesa después de haber tenido una vida trágica y lamentable ya está algo desfasado. Desde la famosa soprano Anna Netrebko (que limpiaba los pasillos del Teatro Mariinski de San Petersburgo, hasta que oyeron su voz y la convirtieron en la diva de la ópera), hasta dependientas de Prada como la actual compañera sentimental de Cristiano Ronaldo. Aquella, con bastante más talento que esta última. Las cosas como son. Salvo que Georgina tenga algún que otro talento por descubrir o comunicar.
Chica pobre que llega a lo más alto y se convierte en una celebridad mediática: marca tendencias en Instagram y en la moda. A la rusa se le ha ido de las manos, y el gusto por la ostentación y el barroco, junto a su marido el azerbaiyano Yusif Eyvazov, no tiene límites. Da igual si mezclar Versace con Dolce&Gabbana y rematarlo todo con Gucci…
Aunque no menos alabanzas merece la estética a caballo entre el Chonismo, la vulgaridad y el excentrismo, herencia de las Kardashian, en donde la opulencia y la pompa, llevadas en tejidos de leopardo y serpiente africana, inundan los carísimos armarios de Georgina Rodríguez.
¿La diferencia? Que Netrebko al menos canta. Y canta bien. Georgina no se sabe muy bien qué hace. Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer: yo siempre he apuntado a que hay una mujer equilibrada. Pero la realidad es que Cristiano ya metía goles antes de este romance a lo Pretty Woman.
A Georgina el programa Sálvame la vuelve a empujar al "candelabro", desde que su familia decidiera tener su momento de gloria y limpiar los trapos sucios públicamente. Que si Georgina no les ayuda, que si se les cae la casa a pedazos… Suele ser bastante típico que las ‘cenicientas modernas’ renieguen de su pasado y abracen la filosofía del ‘new rich’; coincidiendo con un cabreo descomunal por una parte de la familia.
Leía esta semana un titular en el portal S Moda que planteaba "quién quiere ser princesa pudiendo ser influencer". Algo que me llevó a reflexionar sobre la grandilocuente boda de Chiara Ferragni (una instagramer, que acumula 14 millones seguidores, y que contrajo matrimonio hace tan sólo dos semanas: ¡en la boda hubo hasta una Noria!). Este enlace tuvo mayor repercusión en redes sociales que la boda real de Meghan Markle y Harry. Vamos, que la palabra <bodorrio> se queda hasta corta para la super-fiesta de la influencer italiana.
Hablando de princesas y de boda… ¡cómo no mencionar la noticia de Belén Esteban! ¡Se nos casa de nuevo! Lejos quedará su atuendo (imagino) de los 3 Christian Dior con los que se enfundó la bloggera, pero no me cabe la menor duda de que, para bien o para mal, no dejará indiferente a nadie. ¿Irá de blanco la princesa del pueblo?
Y es que, siguiendo con los ‘sí quiero’, me invitaban esta semana a conocer cómo viajar a Las Vegas desde Madrid con lo que hoy día llaman "fast weddings" (de hecho, esta tarde, si a alguno le apetece, aún está a tiempo). Y es que me cuentan que Elvis está vivo en el Autocine Madrid RACE, y que, tanto ayer como hoy, uno de sus mejores imitadores de Madrid estará oficiando estas "bodas express", desde las ocho hasta las diez y media de la noche, en la capilla al aire libre, al más puro estilo Las Vegas, instalándose para la ocasión este "fenómeno" en este inmenso espacio dedicado al Séptimo Arte, para arropar la proyección de Grease. Un certificado simbólico, una polaroid de recuerdo y una breve ceremonia por poco más de lo que cuesta una entrada habitual. ¡Vivan los novios!
Ya, por finalizar, no puedo dejar de afirmar lo bien que le sienta a Doña Letizia la "cara lavada", o el efecto del mismo (que es maquillarse pero que parezca que una no lleva nada), transmitiendo una imagen mucho más cercana, natural y espontánea. Si es que ya decía mi padre que el maquillaje era para hacer lo que Dios no supo… ¡Bendito bótox!