Hubo un tiempo no muy lejano en el que llevar un polo, jersey o camiseta con un cocodrilo en el pecho izquierdo era una forma de aclararle al mundo a qué estatus social se pertenecía. El cocodrilo más famoso de la historia (que recientemente se ha transformado en otros animales para ediciones especiales o ahora incluso se ha casado con Mickey Mouse), se democratizaba (o más bien, se vulgarizaba) en el momento el que las falsificaciones invadían las calles pobladas de manteros, invitando a cualquiera (por un precio "simbólico", ironías aparte) a llevar ropa de la "clase alta". Sí, la clase de los partidos de golf y de tenis. Para parecer algo más ricos. Algo más importantes. Algo más. Algo.
Y es que Djokovic como imagen de marca empezaba saber a poco, en un momento en el que la moda está cambiando, los influencers buscan una línea más rompedora, blanco y negro no rima, rojo con azul marino aburre, y verde con amarillo provoca somnolencia. El mercado necesita expandirse, y si Lacoste sigue produciendo tradicionales cocodrilos va a aburrir a las vacas.
Abrirse a un público nuevo que es tendencia y que marca la tendencia es necesario para renovarse. Y tirando de hemeroteca, en 1998 Lacoste entraba en una pequeña "crisis" interna, cuando los directores de marketing e imagen veían cómo aparecía en la portada de un disco de música rap la insignia de Lacoste de aquel grupo francés ‘Ärsenik’.
Algo que contrasta cuando hace unas semanas en el último desfile de Lacoste de París la banda sonora era música hip-hop (en directo, del grupo Wu-Tang Clan) y entre los invitados VIP en el ‘front row’ destacaba el rapero Moha Le Squale. Meses antes del desfile, incluso el cantante español del grupo Tangana (sí, ese que hace una mezcla de reggaeton con rap), que lejos queda de ir a misa los domingos y jugar al padel los viernes por la tarde, convertía la ropa de la marca en casi un "básico" de muchas de sus apariciones en redes sociales y videoclips.
Está claro que el mundo no es de los pijos. El mundo es de aquellos que son capaces de mezclar churras con merinas, o, en este caso, cocodrilos con tejanos rotos. Salir de casa con la cabeza bien alta, sabiendo un logotipo no es más que un accesorio sobrevalorado.