Voy a tentar al destino y a la inteligencia real. Y me dispongo a redactar mi crónica desde un avión rumbo a París para dejarme llevar por el fenómeno de depositar este escrito en manos del autocorrector del móvil y en el chat de mi amigo Martín Códax para nuevamente jugármela y que me bloquee. Me espera una hora y media sin conectividad al mundo virtual, y hasta podría hacer el ejercicio de hablar con mi socia y amiga Marta Salinas (¿les dije que es una chica muy "SHAMELESS"?).
Me sigue fascinando la capacidad que tienen algunos seres humanos, por lo general, para dormir en un avión: erguidos, sin almohada, con ruido, con este frío anómalo (¿por qué este aire de pronto?), con toda la luz en la cara y el personal de Iberia alegrando el silencio del ruido que genera un avión para motivar a una en tres idiomas diferentes a comprar sus productos etílicos e idílicos (menos mal que mi inglés está oxidado y no atiendo). Al menos no hay sorteos como con otras compañías, porque cada vez que se me viene alguna idea brillante a la mente, el ruido sonoro y verbalizado me confunde. Adoro Iberia, y fuera bromas, el trato siempre es maravilloso.
Desgraciadamente la "happy hour" de Iberia me "pilla" muy pronto (y no, no hablo de la hora de tomar el vino, que ya es hora de ello porque el reloj marca las 12:28 y psicológicamente se acepta beber); es que Iberia promociona una hora feliz con precios especiales. Yo para dormir necesito al menos estar tumbada, un antifaz, una almohada, unos auriculares, manta y la mayor oscuridad posible. Y después de dos copas de vino, mejor. Por fortuna, no me han quitado mi maleta, cargada, por cierto, de ropa vintage de Agatha Ruiz de la Prada. De la otra Agatha. Porque todos lo sabemos: hay tantas Agathas como momentos emocionales. La ropa que llevo es de la Agatha de 2014… lo que ha llovido y está lloviendo entre Madrid y París, y este trozo de cielo que atravesamos, que no veo muy bien en verdad porque hay un señor durmiendo sobre la ventanilla, ronquido mediante.
Cuatro filas más adelante hay una periodista llamada Beatriz Yubero. Casualidades de la vida, además, es mi vecina. No la veía desde primero de carrera… y mientras yo me dedicaba a cubrir desfiles de la Fashion Week (a colarme, de hecho, en algunos cuando todavía tenía 18 años -ahora son ellos los que me piden que vaya-), Bea cubría noticias en Siria, Irán, Israel o Turquía. Hoy Bea es mi fiel confidente y nuestra correctora de estilo. Bea da para una columna de ella sola. Y, por avanzar, llevo escribiendo sábado a sábado para este medio desde junio del año 2012. Y cuanto más lo pienso, más me inspira confesarles, aunque ya se adelantó él mismo en directo el pasado miércoles, que Federico Jiménez Losantos es nuestra portada número 20 de FEARLESS, la de otoño de 2024, junto a toda la troupé de la Crónica Rosa (Alaska, Isa, Carlos, Paloma, Bea y Dani). En especial Isabel… sin ella no hubiera sido real.
Nos esperan 48 intensas horas con Agatha Ruiz de la Prada y Lázaro Rosa-Violán, que por cierto, no sé si saben que el estudio de Lázaro supera los 260 empleados, que se dice pronto. Intensas porque hay personas en este mundo que a intensidad me ganan: Lázaro es capaz de tomarse (abrir cursiva, porque en el WhatsApp no hay cursivas👉🏽) una Martin Miller (👈🏽cerrar cursiva) un martes a las doce de la noche y a las 6 salir a correr al Retiro llueva o truene. Agatha y Làzaro son de otro planeta. Y sobre todo, y lo más importante, se admiran mutuamente. Agatha me llamó solo para decirme "Katy, Lázaro es un genio y no le podemos tener cambiándose tanto de ropa para tu sesión de fotos". No diré qué haremos en Paris para mi revista, aunque creo que se lo pueden imaginar. Ya están pasando con el carrito de la bebida (el autocorrector me ha cambiado "carrito" 4 veces por "carro"… pero mi TOC ha ganado al móvil).
Creo que ha llegado el momento de pedirse un vino (tinto). En mi mesita hay un paquete de jamón de Enrique Tomás (que adquirí en la T4) porque les escribo un 12 de octubre, y no hay nada como seguir recordando España en el Día de la Hispanidad y los cerdos que tenemos, que no son pocos. En la mesita de mi amiga y socia Marta, hay dos neceseres llenos de maquillaje (¿para qué tantos polvos, Marta?). Tampoco entenderé a las personas que se maquillan en público (mi madre siempre dice que hay que salir de casa con los deberes hechos), pero ella es una belleza en sí misma y lo defiende muy bien. Decirles que he tardado en escribir esto el mismo tiempo que Marta en maquillarse. Con esto y un vino, les espera esta semana visualizar mi portada soñada porque sus "protas" -el corrector, por cierto, me ha cambiado esta palabra por "poetas"- pasan de la sombra a la luz: cubrir España de amor para descubrir con humor. Feliz domingo.