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Katy Mikhailova

Adiós, corsé

Una prenda que acentuaba el escote, realzando y levantando los pechos, se encogía la cintura y se ensanchaba así las caderas.

Una prenda que acentuaba el escote, realzando y levantando los pechos, se encogía la cintura y se ensanchaba así las caderas.
Corsé | Archivo

Las despedidas nunca fueron fáciles, aunque hay historias que no terminan de acabar del todo; de la misma manera que nunca una segunda parte fue mejor que la primera. Y demás tópicos. Aplicados y aplicables al más profundo dolor de despedirnos de esta prenda tan antigua y que tantas veces ha vuelto y que, ahora, parece que se irá para siempre jamás, dado que los sociológicos feminista han decidido recordar su razón de existencia.

Si las semanas pasadas hablaba de la moda de las cacas con mensajes feministas o del declive de Victoria’S secret, hoy me toca cebarme con el corsé por inútil y machista. (O al menos este debería ser mi discurso).

Que sí: que la historia te recordará que el corsé tenía por objetivo crear una silueta en forma de reloj de arena, para sexualizar a la mujer al máximo, siguiendo los parámetros de los cánones de belleza. Se acentuaba el escote, realzando y levantando los pechos, se encogía la cintura y se ensanchaba (efecto óptico) así las caderas. Es bien sabido que cuando se elimina esta prenda del vestuario es también un claro mensaje de "liberación de la mujer".

Ahora hay una nuevo debate abierto acerca de si es ético que la moda vuelva a poner de moda un objeto que ha obstruido, condicionado y agobiado (en el sentido más físico posible) a la mujer. (Ya en los 40, con Dior se le dio una nueva oportunidad a los corsés, y en los 2000 el producto vivió su tercera oleada).

Las feministas del ala más extremo afirman que no debería volverse a confeccionar y vender dicho producto. Pero hay excepciones: (Sí, al igual que el "nuevo Madrid" de Carmena para la circulación). Si es de color rosa, vale: símbolo de propuesta.

Si nos ponemos con el corsé así, ello también es extrapolable a los sujetadores y los tacones. Y, bueno, si seguimos… al maquillaje, la depilación, y una larga lista de productos y tradiciones.

Vamos a ver: que llevamos 44 mujeres asesinadas en España en lo que llevamos de año, y no por eliminar el corsé, desnudarnos en las puertas del Palacio del Congreso, regalar cacas con mensajes de concienciación o pintarnos las uñas de morado vamos a cambiar la situación. La eliminación de la violencia de género, de la violencia en general, va más allá de estas estúpidas polémicas que sólo dan dolor de cabeza y nos hacen perder el tiempo. Hay que desperdiciar menos energía en estas tonterías, e invertirlo, mejor, en buscar ayudas a personas que realmente lo necesitan. Y me temo que desencorsetarnos en el sentido literal de la palabra no nos hará más libres, más iguales, más fuerte ni más seguras. Ni la Barbie abortista como proponen, ni los huevos y las huevas nos harán más felices a las mujeres.

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