Dicen que hay ocasiones en las que es peor el remedio que la enfermedad. Empezar a perder el tiempo (aunque a muchos nos sobre) en acabar con el heteropatriarcado que también está afectando al Covid19, sumado a lo de regalar vestidos de novia, es casi tan efectivo como leer las memorias de Pedro Sánchez, cuya autora fue incapaz de prever esta debacle y las arrugas emergentes de este no-nuestro Presidente.
La industria de la belleza y la moda continúa su camino solidario con esta crisis por la pandemia. La semana pasada hablábamos de Inditex. Ahora es el turno de L’Oreal, Clarins o Bvlgari, que van a donar geles hidroalcohólicos. O el de El Corte Inglés, a través de la Fundación de Ramón Areces, que ha entregado ropa para las camas del temporal hospital de Ifema. En esta misma línea, también IKEA.
Las empresas privadas demuestran su funcionalidad con una rapidez abrumadora y necesaria, inalcanzable para las administraciones públicas. Y, entre tanto, Pronovias idea la brillante acción de regalar el vestido de novia a aquella sanitaria que se vaya a casar el año que viene.
Los sanitarios se ven obligados a ‘confeccionar’ sus batas a partir de bolsas de basura; a reutilizar las mascarillas. Pero no se preocupen, que la que se vaya a casar tendrá vestido gratis (habrá que ver cuál, cómo y la letra pequeña). Porque esto fue lo que comunicaba Pronovias a comienzos de la semana. Hace dos días ya empezaban a encajar las críticas y a entender que también deberían hacer mascarillas.
Para el tema de vestidos, Pronovias se ha olvidado de las farmacéuticos, de las conductoras de buses y taxis, del personal de metro, de las cajeras, de las barrenderas, de las cocineras, de las autónomas... ¡Y hasta de los hombres! Ah, no, perdón, que la RAE considera que el Covid19 es femenino, porque es ‘una enfermedad’ (femenino) antes que un ‘virus’ (masculino).
Hay ocasiones en las que no es lo mismo seducir al consumidor que al ciudadano; y ganar titulares gratis no nutre el contenido de lo artículos y de nuestras vidas. Las ayudas de las empresas privadas llegan con muchísima mayor rapidez.
Sea como fuere, estamos ante una catástrofe mundial, intensificada por una pésima gestión política a nivel nacional. Curiosamente lo de lenguaje inclusivo parecía estar desapareciendo, hasta cierto punto: adiós a "los contagiados y contagiadas", a ·la tontuna y al tontuno" (y ya saben a quién me refiero…). Aunque, para la RAE, el virus nos haya salido hembra...