La diferencia entre la sexualización y el erotismo se puede entender a través de la fotografía y la evolución de la misma. El miércoles tenía una reunión con el equipo de cultura de Andrea Levy. El regalo de la vida (de esas sorpresas inesperadas que te caen de casualidad, prácticamente) fue poder visitar la exposición, guiada por Jorge Moreta, que se inauguraba ese mismo día (y que va a estar hasta el 10 de enero), ‘Entre el Arte y la Moda’. Un título que ya de entrada viene a desmarcar la moda del arte o, quizás, por contra, a subrayar que la moda también puede ser arte. Y es que CentroCentro se ha convertido en la milla de oro de la cultura, gracias a la exposición de Botero y a esta maravilla de la que les hablo que (deben) visitar, en la medida de lo posible y esa “nueva normalidad” que esperamos que algún día se redefina.
Y aunque yo fui a hablar “de mi libro” (o de mi revista) a la cita, sin buscarlo terminé viendo la exposición. Fue tal la calidad que aprecié durante este “recorrido” por la historia y la moda, que he reforzado una vez más el hecho de que, con Andrea Levy al frente, podemos despedir oficialmente el equipo cultural de Carmena (y esa obsesión por la “cultura” transgresora para una minoría indefinida acostumbrada a las rarezas abstractas que no reconducen a nada). Con todos mis respetos: aquello aburría a las vacas. Que ya es decir.
Y es que esta muestra de Carla Sozzani (una de las mujeres más influyentes en la moda de los 80, junto a su hermana, cuando los ‘influencers’ todavía eran personas cultas), recoge auténticas obras maestras de la fotografía de la moda que aterrizan en la capital. Man Ray, Irving Penn, Piter Lienberg, Helmut Newton, Richard Avidon… ¡Un suspiro para el alma!
Vivimos en una era en la que todos nos fotografiamos y queremos ser fotografiados, pero pocos tienen idea de quién es quién y quién aportó qué en este mundo. Frente a la imposición de los selfies y a la vanidad extrema en la que estamos (cual paradoja) sometidos voluntariamente, aprecio una absoluta falta de cultura general sobre la fotografía. Todos hacemos fotos, pero pocos conocemos los orígenes. Por no hablar del escaso gusto que hay en esta materia. Y es que el ‘buen gusto’ viene de una mirada inteligente hacia al mundo, parte de una base de cultura y un fondo de conocimiento.
La otra gran reflexión que he elaborado a raíz de este recorrido por la moda y la fotografía, la fotografía de moda y la fotografía que está de moda (aunque aquello no son ‘modas impresas’ sino estilos inmortalizados) es dónde empieza el erotismo y cuándo se convierte en sexualización Ese primerísimo plano de las parte íntimas femeninas (fotografiado en blanco y negro por Helmut Newton) en medio de una de las paredes de CentroCentro habla de la obsesión de Newton por el vello (y quizás ese absoluto rechazo a la depilación -toménselo con humor-) y su capacidad de representar el sexo sin ser obsceno ni grosero. Del fotógrafo australiano de origen alemán hay unas 5 fotografías, si mal no conté. Pero es inevitable que la atención se desvíe a la foto que menciono. Los desnudos están muy presentes en sus instantáneas, pero él sabía cómo representar el erotismo cual moda y cómo enfocar el desnudo como si se tratara de ropa invisible. Hay una delgadísima línea entre lo erótico y lo vulgar. Pero él supo frenar a tiempo y no engrasar su objetivo de cámara.
Además de Newton, también hay joyas de Steven Meisel, quien salta a la fama por aquel famoso libro Sex que publica a comienzos de los 90 con Madonna de protagonista. A mí Steven me sedujo por su colección para Loewe de ‘frutas exóticas’ para primavera/verano de 2018 (mediante el fotógrafo, y amigo, Juan Carlos Vega). El erotismo sutil de las imágenes se presentan a través de coloridos retratos de modelos andrógin@s que posan en primer plano con diferentes frutas en la boca, simulando la fruta los genitales femeninos y alguna otra parte del cuerpo: pero la genialidad una vez más demuestra que no es una cuestión de ser explícito o sólo sugerir, sino de saber frenar a tiempo.
Con todo esto, que no es poco, y aun echando en falta alguna fotografía de Robert Mapplethorpe y Mario Testino (y de Eduardo Momeñe o Sylvia Polakov, ¿por qué no?), como le comentaba a Jorge durante la visita, sólo puedo agradecer que Madrid nos ofrezca estos recorridos por la historia de la moda a través de la fotografía. Fue rápido y efímero, quizás como los segundos que tarda una fotografía en captarse (aunque detrás de unos segundos haya largas décadas de formación cultural, visual y emocional). Por cierto: es gratis la visita.