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Katy Mikhailova

La diarrea de Gucci

Hay algo que nos preocupa, nos perturba y nos atormenta. Se trata de la última joya de Gucci.

Hay algo que nos preocupa, nos perturba y nos atormenta. Se trata de la última joya de Gucci.
Vestido para hombre de Gucci. | Gucci

No está claro si es un mantel de cocina, un traje de muñeca de los años 60, una falda escocesa convertida en vestido, la camisa reciclada del abuelo o un disfraz para Halloween. Tampoco si el gorro es de alpinista o qué finalidad cumple. Y si al modelo, que padece hiperdelgadez y posa con cara de pocos amigos, no le faltará acaso el cuchillo jamonero para convertirse en el protagonista de una película de miedo. Son tantas preguntas sin respuestas, muchas dudas sin resolver y cientos de parecidos llenos de humor pero que deberíamos valorar con más seriedad. Hoy más que nunca podemos homenajear a Esperanza Grande y con la mano en el pecho recitar: hay algo que nos preocupa, nos perturba y nos atormenta. Se trata de la última joya de Gucci.

El espantapájaros de la firma (que viene a ser un vestido para hombre) cuesta 1.900 euros. Se trata de uno de los hitos del patetismo máximo de la industria del lujo, cuyo objetivo tampoco está definido del todo. Podríamos estar ante una intentona de Alessandro Michele (director creativo de la firma italiana) para luchar contra el heteropatriarcado, liberar la moda, liberar a los hombres de la moda, liberar los testículos o lo que se tenga ahí abajo (llamémoslo X) pese a que se proponga combinar con pantalones… podríamos estar ante tantas protestas silenciosas, pero en verdad estamos ante la degradación del lujo y del buen gusto. 

Los titulares de los medios apuntan a que la intención con este brillante outfit es “romper con los estereotipos masculinos tóxicos”. Y para continuar, deberían definir primero qué es un “estereotipo tóxico” y si acaso este espantapájaros de “lujo” va a frenar la violencia machista en el mundo.

Los madrileños vivimos un sinvivir, y nos preguntamos, entre restricción y multa alegal, estado de alarma y estado de psicosis, cuándo llegará la pieza a la tienda de Serrano. En Parla, los vecinos protestan en las calles porque, dado el confinamiento perimetral no podrán hacerse con un ejemplar, y temen que se acabe. Desde Beirut ven más factible aterrizar en la capital, y comprar uno (no hablemos ni de Berlín).

Y en La Moncloa preguntan cuándo recrearán uniformes similares para los escoltas de Pedro Sánchez. En Vanity Fair ya preparan el reportaje de Pablo Iglesias con semejante pieza, y los profesionales de Inditex han mandado comprar 10 toneladas de mantel de cocina (en colores verde, rojo y morado) para rediseñar su “particular réplica” low cost. Las autoras de los vídeos virales de ‘Les Gallines’ ya quieren su vestido y otros para ‘les vaques violades’. Y, entre pitos y flautas, todo que quede al aire, caído y siempre en expansión, como la crisis que se nos viene. Y no sólo la de los valores.

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