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Katy Mikhailova

La raja de tu falda

Zara recupera su polémica falda de los 2000, un modelo que deja entrever la cintura emulando enseñar la lencería.

Zara recupera su polémica falda de los 2000, un modelo que deja entrever la cintura emulando enseñar la lencería.
Britney Spears y Christina Aguilera. | Gtres

Zara, además de producir ropa, produce noticias. Estas últimas semanas, por haber lanzado su primera colección de ropa para perros y por ser acusada de “plagiar” un mítico pañuelo de Hermès. Pero la última bomba es que la marca estrella del grupo Inditex rescata de su pasado la polémica falda de los 2000. 

En verdad es una minifalda sin más, pero con la peculiaridad de que lleva unos hilos superiores, separados del resto de la prenda, dejando entrever, así, la cintura de la mujer; lo que consigue simular la sensación óptica de enseñar una su lencería. 

Un efecto absurdo que, sin embargo, hace 20 años era motivo de controversia. En aquel entonces el pantalón que se ofrecía era talle muy bajo (casi se abrochaba el pantalón por debajo de los huesos de la cadera). Todo ello era a causa de que en los 2000 la tendencia que imponían todas las tiendas de ropa (y la industria en general) era el estilo de los años 70. Este tipo de pantalón (ajustado de cintura hasta la rodilla, y a partir de la rodilla hasta el suelo era una gigantesca pata de elefante) suponía que, si no iba lo suficientemente sujeto, cuando una se sentaba era inevitable que asomaran nuestras braguitas (o, en su defecto -o en su virtud- el tanga, y todo lo que ello conlleva). El resultado era un fenómeno visual terrorífico: vislumbrar la parte superior de los glúteos, que lejos queda de ser algo agradable. 

Les cuento todo esto porque, precisamente, aquella minifalda pretendía ese efecto. Era una prenda “sexualizada” que buscaba provocar, no apta para ir a las sesiones ‘light’ de Pacha, Elite o But (que entonces, obsesionada mi generación por Un Paso Adelante, se combinaban faldas loliteras con calentadores de colores pastel y zapatillas deportivas). Por lo que había dos tendencias entre los jóvenes: o los 70 agresivo-atrevidos (había una tienda que se llamaba Aterrizaje, en la Calle Fuencarral, en donde los ‘must-have’ se compraban ahí) combinado por un estilo semideportivo con marcas como Vans y Roxy; o los 70-preppy, representando la estética de gente bien pero moderna (sin caspa, vamos). Y es que esa falda icónica de Zara era difícil de encajar, pero más apta para Kapital que las otras discotecas que les menciono.

Hace 20 años, si se imponía una década como retorno con su estilo respectivo, no había opciones. Por ejemplo, el pantalón campana a las mujeres extradelgadas no les sentaba bien, pero tenían que aguantarse. Después, en 2004, los 70 fueron sustituidos paulatinamente por los 80 (ya con leggings, pantalón de talle alto y blusas con hombreras sutiles)... y sobre ya el año 2010 la industria de la moda empezaba a liberarse, a mezclar, y a producir todo en masa y mezclando todo tipo de estilos, épocas, profesiones y objetivos. 

La magia de Zara reside en que hoy viste a la ejecutiva-directiva de turno (hay esta temporada un sinfín de americanas en colores primaverales), a la invitada de boda ideal o a la surfista hawaiana; también a la golfista, a la liberal y a la libertina, a la bohemia-romántica, a la deportista, a la que quiere ir por la vida con pijama sin que sea un pijama, a la rockera que busca el negro con tachuelas, a la discreta que sobrevivive a base de tejanos y jersey de colores neutros, a la mami coraje y a la no-madre que también tiene coraje; a la sostenible que no vegana, y a la vegana animalista; a la votante de Vox y a la de Podemos que vive por y el morado; a la que emula los 70 parisinos, y a la que no supera los 80 de la Movida Madrileña; a la que sueña con que 2021 sea los nuevos ‘felices años 20’ y a la que quiere ser una Chanel-Woman y no se lo puede (o no quiere) permitir. 

Como me cuenta mi buena amiga, mentora, Covadonga O’Shea, cuando le preguntan por el ‘qué está de moda’ su respuesta es ‘todo’. Y de eso, en parte, la culpa la tiene la globalización-internet, y la otra parte de culpa la tiene Amancio Ortega. Y eso es una maravilla: contar historias desde la libertad pero con silencio.

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