
En 1999 los daños del tabaco ya eran conocidos, de hecho, una de las tabacaleras más grandes del momento, Philip Morris, llegó a reconocer en su web: "Existe un consenso médico y científico abrumador acerca de que el tabaquismo produce cáncer de pulmón, cardiopatía, enfisema y otras enfermedades graves en los fumadores". esto fue publicado porque por esas fechas ya se estaban explicando los daños causados por esta adicción y la dificultad para percibir su riesgo con la analogía del llamado efecto rana: imaginemos que, por un error de fabricación, de cada 25.000 paquetes que salen al mercado, uno tuviera un cigarrillo lleno de dinamita. Contando con la producción actual, ese explosivo causaría unas 10.000 muertes diarias a nivel planetario.
Sin embargo, los efectos reales del consumo de tabaco son mucho peores que los que refleja la metáfora: para que nos hagamos una idea, la OMS calcula que las enfermedades relacionadas con esta droga matan a casi seis millones de personas al año; de ellas, medio millón son fumadores pasivos.
Más los hombres que las mujeres
La característica que potencia la peligrosidad del tabaquismo es que sus secuelas más negativas tardan tiempo en manifestarse, y no es sencillo percibirlas, algunas son muy silenciosas. Al contrario de lo que ocurre con otras adicciones, no es fácil distinguir a un fumador de quien no lo es, salvo si justo ha fumado y entonces lo podrás percibir por el olor. Esa es una de las razones por las que sigue habiendo muchas personas enganchadas, aunque el número ha descendido desde finales de los años 90. De hecho, en el año 2015, el Instituto Nacional de Estadística (INE) cifraba en un 23 % –un 27,6 % eran hombres y un 18,6 %, mujeres– el porcentaje de españoles que fuma a diario.
Las campañas que nos recuerdan las muertes por este hábito hablan de probabilidades, pero los humanos no somos muy buenos con los números. Pero los números también se pueden hacer mucho más elocuentes. Ese esfuerzo lo llevan a cabo los especialistas cuando dicen que de cada cuatro personas que fuman, dos desarrollarán alguna enfermedad relacionada con el hábito, y de estas, una morirá como consecuencia del mismo.
Dificultad de dejar la nicotina
Dejar de fumar no es tan complicado, lo difícil es mantenerse abstinente porque estamos ante una droga que no altera la personalidad ni la percepción por lo que su consumo es compatible con cualquier situación. Y es difícil porque un fumador estimula su cerebro más de 200 veces al día, una vez con cada calada, una vez cada 7 segundos. Competir con esto es muy difícil.
Lo primero que hay que conseguir es que una persona que fuma haga un intento de dejarlo porque si no hace ningún intento no habrá tenido la sensación de perdida de control, hasta ese momento está convencido o convencida que lo puede dejar en cualquier momento, solo que no quiere, no que no puede.
Hay personas que incluso encuentran más difícil dejar el tabaco que otras drogas. El motivo está en que dejar de fumar tiene un peor balance coste-beneficio: se requiere un gran esfuerzo para dejar de fumar pero los beneficios inmediatos percibidos son pocos, pero son muy importantes. Encima hay que luchar contra un síndrome de abstinencia más o menos intenso durante 2-3 semanas, molesto pero no peligroso: irritabilidad, ansiedad, insomnio, malestar…
Abstinencia
Una de las principales razones por las que los fumadores siguen fumando es la nicotina. ¿Qué es la nicotina? La nicotina es una sustancia química que se encuentra en los cigarrillos y produce adicción. Con el tiempo, su cuerpo se acostumbra a la nicotina, por ello, cuanto más fuma, más nicotina necesita para sentirse normal. Cuando el cuerpo no recibe nicotina, es posible que se sienta incómodo y tenga antojo de fumar.
Cuando se empieza a dejar de fumar es normal que se necesite un tiempo para manejar los síntomas de abstinencia. La mayoría de los síntomas físicos desaparecen después de unos días a una semana, pero los antojos pueden durar más tiempo.
Algunos de los síntomas más comunes de la abstinencia son: tener antojos de fumar, sentirse desanimado o triste, tener dificultad para dormir, sentirse irritable, nervioso o de mal humor, tener dificultad para pensar con claridad y concentrarse, sentirse inquieto y ansioso y tener frecuencia cardíaca más lenta.
El cerebro tiene que acostumbrarse a estar sin nicotina
La nicotina es la principal droga adictiva que hay en el tabaco, esto es lo que hace que sea tan difícil dejar de fumar, además, los cigarrillos están diseñados para hacerle llegar nicotina al cerebro rápidamente. Dentro del cerebro, desencadena la liberación de sustancias químicas que lo hacen sentir bien. Esto es debido a que la nicotina estimula partes del cerebro una y otra vez, por ello, el cerebro se acostumbra a estar con nicotina.
Con el tiempo, la nicotina cambia la forma en que funciona su cerebro y le da la sensación de que necesita nicotina tan solo para sentirse bien. Es por ello que cuando se deja de fumar, el cerebro se vuelve irritable.
El resultado es que se podría sentirse ansioso o molesto. Podría costarle concentrarse o dormir, tener fuertes ansias de fumar o sentirse incómodo en general. Estas sensaciones se llaman síntomas de abstinencia. Mejoran pocas semanas después de que deja de fumar, a medida que su cerebro se acostumbra a estar sin nicotina. Para ayudar a dejarlo, hay algunos medicamentos que contienen nicotina, esto permite una forma segura de acostumbrar al cerebro a no depender tanto de la nicotina de los cigarrillos.
Las rutinas diarias no tienen que incluir fumar
Su día está lleno de rutinas que usted asocia a fumar. Cuando deja de fumar, puede costarle hacer estas rutinas sin un cigarrillo en la mano. Por ejemplo, muchas personas relacionan el cigarrillo con las cosas que hacen a lo largo del día, como tomarse descansos, tomar una taza de café, terminar la comida, hablar con amigos o hablar por teléfono. Estas cosas se llaman desencadenantes.
El estado de ánimo también puede desencadenar las ansias de fumar. Sentirse estresado o desanimado e, incluso sentirse feliz o relajado puede provocar en las personas ganas de fumar. Y cuando se deja de fumar, estos estados de ánimo pueden desencadenar ansias. Lo importante a la hora de dejar de fumar es tratar de identificar sus desencadenantes y desarrollar formas de manejarlos:
- Vaya a lugares donde no se permite fumar
- Pase más tiempo con personas que no fuman. No tendrá tantos deseos si se rodea de personas que no fuman
- Manténgase ocupado
- Haga ejercicios de respiración profunda

