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Katy Mikhailova

De Marilyn a Levy, y tiro porque me toca

Consumir basura audiovisual refleja una vez más el vacío existencial al que estamos confinados

Consumir basura audiovisual refleja una vez más el vacío existencial al que estamos confinados
Ana de Armas en Blonde | Netflix

Esta semana todos hablan del "fenómeno Blonde" a raíz del estreno de la película sobre Marilyn Monroe interpretada por la bellísima Ana de Armas que, para la mayoría de los españoles, siempre será la niña de El Internado vestida con su uniforme y con ese acento cubano imposible de pulir y que tanta personalidad le aportaba. Como la mayoría, yo confieso haber visto la película en Netflix. Como la minoría, me ha dado tanta pereza como rechazo los personajes del film. Resulta interesante analizar cómo el cine blanquea a cualquier personaje que se propone, aun basándose en versiones e interpretaciones a partir de un libro, como el de Joyce Carol Oates publicado en 2000.

Estamos ante una mujer insegura, desequilibrada, con una absoluta indefinición sexual, que decide abortar y que, aunque una gran lectora de Chejov o Dostoyevski, su verborrea no traspasa del ‘papi’ en cada frase compartida con alguno de sus compañeros sentimentales. Y aun así, todos aman a Marilyn Monroe, y más de un espectador seguirá cegándose ante Norma Jeane, la verdadera esencia y el yo interno y más real de un mito del cine y un mito erotico. Esta podría ser la esencia de este ‘Blonde’: un diálogo entre dos mujeres distintas que conviven en un mismo cuerpo.

La gente no quiere retener instantes negativos, y prefieren vivir ciegos una eternidad que concebir la cruda realidad por momentos. El ser humano en Occidente, a causa de un exceso de tiempo libre, necesita ídolos y mitos en vida o leyendas que traspasan el tiempo.

En España y en América Latina el nuevo mito es William Levy. He tenido muchas ganas de escribir de él, pero no encontraba ni el momento ni las formas de hacerlo sin caer en destripar lo nefasta que ha sido la telenovela Café con Aroma de Mujer que le catapulta a la fama. La belleza de William es innegable, pero cuesta entender qué hace que un actor cope 10.9 millones de seguidores en Instagram y cómo funciona la mente humana a la hora de entender la belleza y aportarle en una personalidad que quizás no exista.

Cuando conocí al actor cubano en el Hotel Santo Mauro subí una foto a mi perfil de Instagram: pasó lo que nunca me había sucedido ni con futbolistas, políticos u otros actores. Me encontré con al menos 30 cuentas de club de fans compartiendo la fotografía con una absoluta histeria, obsesión y ansiedad. Me llovían mensajes de conocidos y desconocidos pidiéndome conocerle, cuando en vez yo sólo me había sacado una foto con él aprovechando que iba al cuarto de baño en la pasada fiesta de cumpleaños de mi amiga Carmen Lomana.

A esto le añado el hecho de encontrarme con mujeres de entre 30 y 45 años, algunas empresarias, otras directivas (en suma, mujeres inteligentes, cualificadas, y, en apariencia, inteligentes) recomendándome ver semejante telenovela que asciende a 88 capítulos cada uno de 40 minutos. Un día hice la multiplicación y me salió la escalofriante cifra de 3.520 minutos de tu vida para ver la serie. Casi 3 días perdidos en el limbo. Cuando uno opta por ver un programa de televisión o una telenovela, se debe a que busca una forma de reinversión de su tiempo libre (supongo). Es ocio. Sí. Pero si es ocio que nutre y cultiva el espíritu y entrena la mente, mejor. Consumir semejante -con todos mis respetos- basura audiovisual, refleja una vez más el vacío existencial al que estamos confinados. Ese vacío existencial busca una identidad, y esta misma se obtiene a través de idolatrar a un personaje, una ideología o religión, o un colectivo. Todo ello, para desarrollar el sentimiento de pertenencia. Los "líderes" de tales colectivos se convierten automáticamente en valores. Marily es sinónimo de belleza, sexualidad y femineidad. William, de belleza, sexualidad, elegancia y virilidad. Y así puedo continuar… después está la erótica del poder, y así sucesivamente… Necesitamos cánones a los que agarrarnos para seguir soportando nuestra propia existencia. Y con este planteamiento y teniendo éxito en España una telenovela, no es de extrañar lo que pasa después en las urnas.

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