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Katy Mikhailova

Un rojo muy rojo

Pensar que por llevar las uñas de un color determinado pueda atraer a los más fetichistas es como repetir que los ojos son el espejo del alma.

Pensar que por llevar las uñas de un color determinado pueda atraer a los más fetichistas es como repetir que los ojos son el espejo del alma.
¿Las uñas rojas atraen más a los hombres? | Gtres

Qué tienen de especial las manos que esconden (o enseñan) ese extraño atractivo que a veces hasta puede competir con el cuerpo y la cara. Un muy buen amigo mío, escritor y abogado, me contaba la historia de una chica a la que había conocido por una aplicación de esas para buscar pareja (o lo que surja). Durante semanas se escribían por whatsapp y mantenían videollamadas, hasta que un buen día decidieron quedar en persona. Para su sorpresa, las manos: eran lo que socialmente podríamos catalogar como ‘feas’. Algo que no se esperaba, tratándose de una mujer joven, alta, delgada, con un cutis -casi- perfecto… Sus manos eran pequeñas. Dedos cortos, gruesos y anchos a la vez, y una base de uña bastante fea (que podría ser mejorada, claro que sí, con unas uñas-Rosalía). Aquello no fue decisivo para que la relación no prosperara, pero mi buen amigo me confesó que este hecho le había quitado la mitad de su fantasía erótica.

A los hombres les gustan grandes. O no… Las manos (lo otro también). Pero está claro que las manos, si suaves y elegantes, mejor; pero no están al alcance de todos. Uno puede operarse la nariz o el pecho, pero no las manos; igual ocurre con la piel. Botox y maquillaje. Pero para las manos no. Las manos son otro nivel. Y ahora son noticia, no por mi amigo (cuyo breve relato, y desastroso final amoroso, no interesa a nadie); sino en verdad porque Tik Tok vuelve a marcar tendencia y debate con el movimiento ‘red nail theory’. Y no: no es una campaña por la igualdad de la mujer o en defensa del rojo-menstruación. La "Teoría de las uñas rojas", cual teorema de Pilates, iniciado por la reina de la red GirlBossTown que se aproxima al millón de seguidores, se resumen en que las uñas rojas "les ponen más".

Tan profundo como metafórico, el rojo en uña es proporcional al nivel de excitación que podría llegar a generar una mujer sobre un hombre si lleva así las manos. Esto me recuerda al grado de depresión de la mujer en función de los centímetros de tacón (a más tacón, más pena en vida) y ese tipo de bobadas que (y en efecto lo diré) más que machistas rozan la estupidez del raciocinio (o más bien la carencia de este último).

Pensar que por llevar las uñas de un color determinado pueda atraer a los más fetichistas es como repetir que los ojos son el espejo del alma. Lo primero una absurdez y lo segundo demagogia barata.

Claro que la ticktocker en cuestión hacia alusión a esa especie de reminiscencia de hombres que asocian esa manicura a la que llevaban sus madres. Podemos adentrarnos en el Complejo de Edipo o preguntarnos qué necesidad hay de ser tan rebuscados y refinados en esta vida. Porqué cuestionar y analizar cada banalidad frívola, valga la redundancia. "Cada vez que llevo las uñas rojas algún chico lo comenta. Y entonces caí: En los años 90, cuando éramos niñas, las mujeres lucían a menudo las uñas rojas, especialmente nuestras mamás. Y esto me hizo pensar en que los chicos se sienten atraídos por las uñas rojas porque les recuerda a ellas", explica.

Era Nefertiti y Cleopatra las que pusieron de moda el rubí para las uñas (ellas sí que fueron unas feministas de verdad e influencers). Y durante la Gran Depresión en los EE. UU. Revlon nace como socorro emocional para las mujeres que necesitaban sembrar alegría a sus tristes días de crisis económica y laboral. La Segunda Guerra Mundial siguió implementando esta tendencia, en la que la mujer, aun adoptando una vestimenta que buscaba la comodidad y funcionalidad ante todo (muchas asumieron trabajos en construcción, enfermería, entre otros), el rojo carmesí en labios a juego (si se podía) con las uñas era un "must feel". Acabada la Guerra, el esmalte de uñas se convirtió en un bien ligeramente democrático al alcance de todas. Y Dior no tardaba en apadrinar este color, imponiendo el ‘rojo Dior’ que no es más que un rojo a secas (o pasión). Después de la casa francesa, otras tantas que se iban sumando al color.

Es evidente que, sin ahondar mucho más en los hitos de la historia, el rojo se ha asociado a la sangre y la pasión, al fuego, al calor, a la fuerza, la valentía y la intensidad. Partidos y corrientes políticas se han adueñado de este tono e incluso alguna que otra marca lo ha registrado para la suela del zapato (lean, si no, mi columna de 2013 titulada La mierda se pisa igual). Hasta en Mediaset tuvimos que comernos ‘La Roja’ como nombre para la Selección Española de fútbol (aunque Marruecos nos eliminara vistiendo nuestro equipo de azul). Y Ussía publicó un célebre libro titulado ‘El Ecologista Sandía’ (ese que es verde por fuera y muy rojo por dentro, como la sandía).

Pero a estas alturas de nuestra existencia, en donde las uñas se las pintan hasta los hombres (recordad las míticas sesiones de belleza de Diego Matamoros en salones de uñas) y en una era en la que Instagram se llena de miles de vídeos y reels "a cámara rápida" de un sinfín de manicuras, el debate de las uñas rojas y el teorema de la mona pintada de rojo (que mona se queda), queda obsoleto.

Si La Rosalía se ha coronada como la reina de las garras de bruja y el hijo del colaborador de Sálvame como el macho alfa que no teme decorar así sus manos, la ticktocker de la que hablamos se ha coronado como la humanización de la naftalina y el neoclasicismo casposo llevado a estética (uñas rojas) que buscan una ética basada en estímulos del inconsciente y asociaciones del pasado que implican que guste más una mujer por su color de uñas. Como si no hubiera madres en los 90 que salieran de casa llevando la manicura al natural (o la francesa, más clásica).

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