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'DeInfluencers' o el hartazgo de la perfección

Nacen los "deinfluencer", dedicados a decir sin filtros qué no consumir.

Nacen los "deinfluencer", dedicados a decir sin filtros qué no consumir.
La influencer Dulceida | Gtres

Leo con suma atención, durante estos días de desconexión y pasión incluida, que nace un nuevo concepto acuñado como ‘deinfluencer’. Al contrario de los influencers, esta nueva subespecie te dicta, sin filtros, qué no consumir. Y es que ha sido un tiktoker venezolano afincado en Chicago, de escasos 23 años, quien en esta red decidió un día ‘deinfluir’ a sus masas de seguidores, bajo el hashtag #deinfluencing. Vídeos que alcanzan cifras estratosféricas (500 millones de visitas de media). Este fenómeno de alguna manera podría nacer como una contracorriente a esa perfección aspiracional de los perfiles de Instagram de cientos de creadores de contenidos cuyas vidas son armoniosas y deseadas. El antagonismo del Influencer. Esto tenía que llegar algún día. Y y ha llegado.

Sin embargo, supongo que "deinfluir" es, también, en sí misma otra manera de influir, que es la paradoja de todo este asunto. Manifestar en una red social lo mal que sienta una crema o la ausencia de calidad de un plato de un restaurante es, en definitiva, también una influencia, pero desde la negatividad y con dosis de subjetivismo. Amén de que los propios influencers algunas veces también cuentan malas experiencias. ¿Dónde está la novedad, entonces? En ningún sitio. Deinfluir también es influir. Así que estamos en las mismas. En la eterna casilla de salida.

Influencer o deinfluencer, no importa; lo que está claro es que la gente necesita cada vez más dosis de realismo y naturalidad. Es el caso de Patica (José Ángel Peregrina Linares del perfil @patica1999_siempre_operativo ). Este granadino de 26 años se dedica cada semana a enseñar los platos que le cocina su madre, en un salón de lo más cotidiano, sin ninguna vajilla de diseño, ni copas elegantes (Freeway, su bebida favorita es un refresco de Lidl que muestra con euforia y cariño). Su ingesta, aplaudida a la par que criticada, se basa en platos tradicionales que devora como si no hubiera un mañana. Con sus kilillos de más, con su camiseta deportiva que no aspira a proyectar nada, y con ese acento tan genuino y característico, comunica diariamente en Tik Tok a su más de millón y medio de seguidores (y en Instagram a sus casi 200.000 seguidores) cómo es su vida en el campo y su relación con la comida. Como él, cada vez florecen más prescriptores que no esconden ni maquillan su realidad. Influencers y otros frikis de la red se convierten en contenido de Xurxo Carreno (con más de dos millones de seguidores en Instagram) que ridiculiza, con cierta amabilidad, a cientos de influencers cuyo discurso verbal es tan vacío que refleja el abismo moral de Occidente. A veces también mola la naturalidad.

Sea como fuere, el término influencer es excesivamente genérico. Se supone que influyen. Dentro de miles de influencers los hay que con valores y ética, empresarios y gente que no sólo influye qué crema o reloj comprar, sino en cómo superar situaciones de dificultad y otros momentos de la vida nada fáciles. Es el caso de María García de Jaime y Tomás Páramo, cuyos valores de familia y catolicismo son dignos de reconocer. Hace 3 semanas en los premios Mujer Fearless 2023 premiábamos a María; a la periodista María Eugenia Yagüe le "chocaba" que María fuera electa la ‘madre del año’, tal como recogía en LOC de El Mundo el sábado de esa semana. Y, en mi defensa, diré (dado que la nominé yo a María) que esta es una categoría que nace para premiar madres con influencia en la red y menores de 30 años. No porque tengan una vida bonita y alegre, que también, sino porque María se quedó embarazada con 18 años y optó por la vida. Hace falta más gente como María, más cuando estamos en un momento en el que la tasa de natalidad es tan baja. Ellos, por ejemplo, son personas que influyen para bien y con un cierto sentido.

Acabamos una bonita Semana Santa, en donde la lluvia ha brillado por su ausencia. Menos mal. Las lágrimas han sido de alegría y alergia. También de felicidad y emoción. Y sería muy positivo para la sociedad que hubiera más influencers o contrainfluencers pero que protejan el Catolicismo y nuestras tradiciones. Uno de los mejores post que han publicado @putosmodernos es que hay una cosa increíble de la Semana Santa, y es la de unir a católicos, agnósticos y ateos. Todos tienen un mismo objetivo en Semana Santa: no trabajar. Yo les diría que menos los autónomos, que somos una raza aparte. Y aún a pie del Calvario, seguimos trabajando.

En Chic

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